Gustavo Adolfo Quesada Vanegas [1], Bogotá, abril de 2020

CONSTITUCIÓN DE CÚCUTA (30 de agosto de 1821).

Artículo 1º La nación colombiana es para siempre e irrevocablemente libre e independiente de la monarquía española y de cualquier otra potencia o dominación extranjera (…)”.  Artículo 2º La soberanía reside esencialmente en la nación (…).

Artículo 3º Es un deber de la nación proteger por leyes sabias y equitativas la libertad, la seguridad, la propiedad y la igualdad de todos los colombianos.

 

 

NUESTRA INDEPENDENCIA, FRUTO Y CAUSA DEL PROCESO UNIVERSAL DE LAS REVOLUCIONES MODERNAS

LA REVOLUCIÓN DE INDEPENDENCIA DE LA NUEVA GRANADA que daría origen a la República de Colombia, fue la primera fase de nuestra revolución democrático-burguesa, formó parte indisoluble de la revolución burguesa mundial y coronó sus objetivos estratégicos: la conquista de la soberanía nacional y la instauración de un gobierno republicano en 1821, luego de una guerra de 11 años.

La revolución burguesa a escala histórico universal abarcó varios siglos de complejos procesos[1]. En estos, si bien la vanguardia fueron Inglaterra, Holanda y Francia, participaron como colonias América, África y Asia. Sin el saqueo colonial que alimentó el naciente capitalismo con oro y plata, especias, esclavos y mercados para los productos manufacturados europeos, su proceso de surgimiento y consolidación hubiera sido más lento.

Desde el siglo XVI la historia y el mercado fueron fenómenos mundiales. Por lo tanto, la historia de las potencias europeas de estos siglos incorporó y afectó la vida, la economía y la cultura de sus colonias, así como la expoliación de los recursos y el trabajo de los “territorios de ultramar” fue sustancial para la acumulación capitalista de las potencias de su tiempo.

Europa Occidental al implantar su hegemonía mundial desde los siglos XVI y XVII, trasladó a sus colonias elementos de las formas de vida y de trabajo, de concepción del mundo y de cultura que le eran propios y que, una vez implantados, iniciaron, a su vez, su propio desenvolvimiento de acuerdo al tipo de colonialismo y las condiciones locales. Uno fue este desarrollo en las trece colonias anglosajonas de América del Norte, esencialmente precapitalista, y otro, en las colonias españolas y portuguesas. En estas, los avances capitalistas, en su fase de economía mercantil simple, se hicieron visibles, con agudas diferencias regionales, tardíamente en el siglo XVIII. No podemos olvidar la naturaleza feudal de la España del siglo XVI, reforzada por la política de unidad nacional religiosa de los Reyes Católicos, el mismo Descubrimiento y la Contrarreforma que el papado opuso a la reforma protestante de 1517 y de la cual España fue su contrafuerte.

Al finalizar el siglo XVIII la naciente economía mercantil granadina enfrentaba difíciles condiciones geográficas, económico-sociales, políticas y culturales, pero lo que más obstaculizaba su crecimiento fueron las trabas implementadas por el colonialismo español. Los hombres que tomaron conciencia de este conflicto, orientaron, por tanto, sus esfuerzos, a liberarse de esta coyunda por medio de la Independencia. Sin embargo, la plena conciencia de esta necesidad histórica se abrió paso muy lentamente y todavía hacia mediados de 1810, en medio de la crisis suscitada por la invasión napoleónica y el surgimiento de las Juntas de Gobierno defensoras de los derechos de Fernando VII en España y América, la idea de la Independencia era una concepción discreta y minoritaria.

Nuestra Independencia, además, no fue simplemente parte de la “Revolución Atlántica”, ni un “simple cambio de guardia”, ni solo una guerra civil. Si examinamos la situación desde una perspectiva amplia en lo espacial y temporal, las grandes revoluciones liberales del “Atlántico” se sustentaron en las riquezas y los mercados de sus colonias; ¿habrá alguna revolución en la que los alzados no pretendan desalojar del poder del Estado y del gobierno a los dominadores?; ante de la idea de que muchos españoles formaron parte y dirigieron ejércitos patriotas y de que muchos criollos fueron leales a España hasta último momento lo que alimenta la idea de guerra civil (por lo demás toda revolución lo es), debemos recordar que los españoles que se unieron a la revolución fueron republicanos y modernos, y los criollos que apoyaron a España, monárquicos y feudales[2].

Nuestra Independencia fue una verdadera revolución que, en el primer cuarto del siglo XIX, resolvió el problema de la soberanía y de la república y abrió paso a la construcción de la nación. El fracaso de la monarquía de Iturbide en México (1822-23) y la dilución y derrota de las expectativas monárquicas que rondaron a un buen número de próceres en la Nueva Granada, Venezuela, Argentina y Perú, e incluso a los mismos San Martín y Bolívar, indican que algo había cambiado profundamente en el pensamiento y las concepciones políticas de los países liberados de la coyunda española.

Culminada la Independencia, la restauración absolutista que vivió Europa luego de la derrota de Napoleón, fue igualmente superada. Las revoluciones europeas de 1830 y 1848, victoria total de la burguesía en el viejo continente, tuvieron como baluarte y retaguardia los mercados americanos; es decir, la independencia fue resultado del proceso universal de las revoluciones modernas y su culminación coadyuvó al triunfo universal de la misma revolución burguesa.

¿Qué no se hicieron reformas sociales de fondo? Evidente. En el Congreso de Cúcuta, en 1821, cuando se debatía la constitución, se enfrentaron los demócratas contra los terratenientes esclavistas –todavía en necesaria alianza para culminar la Independencia- por los asuntos de la esclavitud y los resguardos y por el oprobioso Tributo de Indios. Pero como correspondía a una constitución de compromiso[3], con fuerzas en difícil equilibrio y en un momento en que todavía España controlaba prácticamente todo el subcontinente, la solución tuvo que ser mediada: se abolieron los mayorazgos y los títulos de nobleza, se separaron los poderes, se le fijaron límites a la hegemonía eclesial, se estableció la ciudadanía, censitaria[4] por supuesto, y se decretó la libertad de vientres o de partos. El Tributo de Indios se abolió y se restauró una y otra vez y finalmente se mantuvo a instancias de Bolívar (1826). Los Estancos y los impuestos coloniales no se pudieron suprimir en su totalidad, aunque varias de las constituciones de la Primera República lo hicieron, para inmediatamente reversar la medida, porque eran el único recurso de los incipientes Estados. Sin esas rentas no habría, en un país aniquilado por la guerra, ni para pagar la pólvora. Aquí cabe una analogía: los Estados Unidos se independizaron gracias a una estrecha alianza entre la burguesía norteña y los terratenientes esclavistas del sur. Pero la esclavitud y la negación de la ciudadanía a los negros e indígenas se mantuvieron en la Constitución de Filadelfia (1787) y solo se liberaron los esclavos al final de la Guerra de Secesión, casi 80 años después; igualmente los indígenas sobrevivientes en las planicies y zonas boscosas y rocosas del oeste fueron incluidos en reducciones a finales del siglo XIX y no fueron considerados ciudadanos. La esclavitud y la condición de los pueblos originarios, así como la condición de la mujer requerirían todavía un arduo debate en el seno del capitalismo ascendente y otros desarrollos económicos y sociales. En Colombia la esclavitud fue abolida comparativamente más rápido en 1851. En el Brasil a finales del siglo XIX. El problema indígena no ha sido resuelto.

La contradicción principal

En una confrontación prolongada y en ocasiones sumamente confusa, la contradicción principal que desató la revolución y abrió el camino a la guerra de liberación, fue el enfrentamiento entre la mayoría de la sociedad colonial y el imperio español. El núcleo de esta contradicción fue el conflicto de las fuerzas productivas que chocaban contra el colonialismo español que impedía su expansión. La clase dirigente de la revolución fue, por lo tanto, la incipiente burguesía comercial, aguerrida y lúcida, pero minoritaria en el contexto social, aun si examinamos únicamente el conjunto de los criollos blancos.

POLÍTICAS DE LA CORONA ESPAÑOLA FRENTE A LA INDUSTRIA QUE HAN SIDO POCO ESTUDIADAS

Hay un capítulo de las Reformas Borbónicas poco estudiado y por lo mismo casi nunca utilizado como referente y que explica lo que hemos llamado el núcleo de la contradicción principal. En 1743, don José del Campillo y Cossio, Secretario de Estado, de Hacienda, Marina, Guerra e Indias, de Felipe V (Felipe de Anjou, primer rey borbón en España), escribió Nuevo Sistema de Gobierno para la América. Aunque este libro permaneció inédito hasta 1789, circuló profusamente en forma manuscrita y fue la base para el Nuevo Proyecto Económico de Bernardo Ward, editado en 1762, fuente de la mayor parte de las políticas de Carlos III para sus colonias de ultramar. Del texto de Campillo y Cossio transcribimos los criterios medulares que afectaban nuestro desarrollo productivo (se respeta la ortografía original. G.Q):

(…) que no se permitan fábricas que perjudiquen a las pocas que hay en España, o a las muchas que puede y debe tener, como son las de lana, lienzos finos y sedas, es muy conforme y arreglado a toda razón de Estado y buena política; porque España puede tenerlas excelentes de estos géneros. (…) También se podrán reservar para España ciertas Artes que se exercen de materiales que tenemos dentro del Reyno, como son fierro, acero, cobre, hoja de lata, latón y todo género de quincallería que podemos y debemos tener (…) América debe producir grana, añil, café, azúcar, tabaco, algodón, lino, cáñamo, yerba mate (…). En la providencia de permitir el libre uso en América de las fábricas de todos géneros, Artes, industrias, comercio interior, Agricultura, y otras manufacturas, se saca en consecuencia que llegará a sumo grado la opulencia de los Americanos (…) Y en una palabra independiente América del comercio de España, sólo reconocerá al Rey por su cabeza (…). será un medio eficacísimo (la prohibición de la industria. G.Q) para que caigan enteramente las muchas fábricas que hay en el nuevo mundo (…)[5].

En sentido contrario, los documentos escritos por dirigentes de la Independencia demuestran las motivaciones profundamente económicas de su lucha, conocieran o no los textos de Campillo y Cossio y de Bernardo Ward. Lo más probable es que conocieran solo sus efectos:

Proclama de Francisco de Miranda (1801)

Compatriotas:

(…) Olvidados para todo lo que nos puede ser útil, la España sólo se acuerda de nosotros para ahogar nuestra industria, para prohibir nuestro comercio, para embarazar nuestra instrucción y para perseguir todos los talentos del país. Es un crimen para ella el nacer en América. A los ojos de su gobierno, todo americano es sospechoso, incapaz de obtener ningún empleo, hecho sólo para sufrir. (…).[6].

 

Pedro Fermín de Vargas. Pensamientos políticos y memoria sobre la población del Nuevo Reino (1797)

  1. Se deja, pues, conocer cuán liberal ha sido la naturaleza con estos dominios del Rey, y que a nada que se fomentase la industria en ellos, competirían con los mejores del resto de la América. Una mano sabia que conociendo todos los recursos de que es capaz esta colonia se aplicase con tesón a promover los ramos de agricultura, comercio y minas, tendría la satisfacción de ver floreciente el Reino en pocos años, y en estado de pagar con usuras los cuidados que debe al Soberano por su conservación[7].

Frutos Joaquín Gutiérrez y Camilo Torres. Motivos de la revolución de 1810.

Pero, ¿qué diremos de los perjuicios que las artes y la agricultura han recibido de este fatal gobierno? Nada se permitía hacer a los americanos. El D. Lazo plantó el lino en Bogotá, el Gobierno reprobó aquel plantío. El doctor Neira puso algunas cepas en Sutatenza, el Gobierno las arrancó. Girón costeó la fábrica de paños de Quito, el Gobierno dio en tierra con la fábrica y con Girón. En Santafé puso D. Juan de Illares un batán, el gobierno lo perdió; Chavarría intentó fabricar losa para el servicio de mesa, el Gobierno se lo impidió y quiso desterrarle. Pierri estableció fábrica de sombreros, el gobierno puso mil trabas a su proyecto, y si aún subsiste, es a la sombra del nuevo Gobierno. Así los americanos se veían precisados a no emprender, a no trabajar, a no manifestar sus luces y talentos, sino también a comprar todos los géneros a precios más caros (…)[8].

Bolívar. La carta de Jamaica (6 de septiembre de 1815)

Los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más el de simples consumidores (…) y aún esta parte coartada con restricciones chocantes: tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el Rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se traten, entiendan, ni negocien (…)[9].

Invitamos a nuestros lectores a comparar los dos tipos de citas. Lo más seguro es que nuestros próceres no conocieran los textos de Campillo y Cossio y Bernardo Ward. Lo que es indudable es que padecían sus efectos.

LA FORMACIÓN DEL SECTOR REVOLUCIONARIO

Reconocemos tres causas primordiales que dieron contexto económico y político a la incipiente burguesía, le dieron piso a su descontento y alientos para la insubordinación:

  1. El aumento de la población y de sus propias fuerzas productivas que se venían incrementando desde finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII. No sobra recordar que esta burguesía tenía como una fuente esencial de sus ingresos el contrabando con Inglaterra, tanto en negocios de importación como de exportación, así como el libre comercio con los puertos americanos y de España.
  2. Las reformas impulsadas por los reyes borbones (1700-1788) que tenían como finalidad aumentar los ingresos fiscales y las riquezas producidas por las colonias, para lo cual les era obligatorio hacer profundas modificaciones económicas, administrativas y culturales en la península y en las colonias, cambiando el significado de las mismas para la metrópoli. Así, se estimulaba el desarrollo productivo y comercial, al tiempo que se lo frenaba.
  3. Un sentimiento nacional surgido a lo largo del período, profundamente crítico con la metrópoli. Este sentimiento era continuamente reforzado por el acceso a las nuevas ideas. El español peninsular (funcionario recién llegado o migrante) era desde finales del siglo XVIII considerado por los criollos como extranjero (chapetón o gachupín), y España como la fuente de sus dificultades. Este sentimiento “nacional” consistía esencialmente en la diferenciación del criollo, español americano, con el español de España y con España, y la afirmación del derecho a la propia soberanía. Para algunos, “nación” y “patria” se referían a su localidad; para otros, no trascendía los límites de la Audiencia a la que habían estado circunscritos. Esta va a ser la base para el utis possidetis iuris (posesión según derecho) firmado desde 1812 entre la Junta de Gobierno de la Nueva Granada y la Junta de gobierno de la Capitanía General de Venezuela, que ha servido de instrumento jurídico para definir los límites de las antiguas colonias españolas. Para los menos, se refería al conjunto de la América española. Hacía 1821 este sentimiento se refería oficialmente a Colombia la grande. Finalmente, desde 1830 quedó definido por las unidades administrativas que habían constituido las Reales Audiencias. La formación de la Nación es un proceso cualitativamente diferente, que no ha terminado y que apenas arranca con la Independencia, comenzando por la definición de los espacios territoriales y todas las demás condiciones que fundamentan la existencia de una nación.

 

¿Y el resto de la población? La levadura del levantamiento

La contradicción de amplios núcleos poblacionales con España era real: por el monopolio comercial, por los impuestos indirectos, por el monopolio sobre la exportación de oro y plata y sobre la importación (asientos) de mercancías elaboradas en Inglaterra, Francia y Holanda y por el aplastamiento de la manufactura nativa. Los criollos ricos, principalmente comerciantes, hacendados, esclavistas, hombres de letras y gente de profesiones liberales, se hallaban descontentos, además, porque el centralismo del Despotismo Ilustrado los había desplazado de todo cargo clave en el Virreinato; los agricultores del tabaco y la caña en las provincias de El Socorro y Pamplona (hoy Santanderes), la provincia de Santafé y en los valles del Alto y Medio Magdalena, así como los ganaderos de la provincia del Casanare y de la Costa Atlántica, se oponían a los estancos, la alcabala, los pontazgos, los portazgos y los diezmos, lo que venían haciendo incluso desde décadas antes, lo que provocó la Revolución Comunera; los mineros rechazaban el impuesto del quinto real; los indígenas exigían que les fueran devueltas las salinas y que se les respetaran los resguardos; los esclavos pedían libertad; las castas o “libres de todos los colores”, sin tierras, fungiendo como peones o siervos en las haciendas o habitando en los barrios pobres, expresaban regularmente su inconformidad por el grave estado de exclusión y de pobreza a que se veían sometidos. En general los sectores ilustrados repudiaban el oscurantismo teocéntrico y defendían la ciencia, la educación moderna e incluso exigían la enseñanza de la economía política. El descontento estudiantil, expresado en la rebelión de los pasquines (1793) y en intentos claramente subversivos como los de José María Rosillo, Carlos Salgar y Vicente Cadena en 1809 en Pore (Casanare), apoyaban claramente las ideas independentistas[10]. El medio y bajo clero, sobre todo entre los curas regulares, tambien tenía argumentos de peso, como explicaremos más adelante, para desear la separación de España. Aun los sectores más reaccionarios como los terratenientes, esclavistas y mineros tenían razones para oponerse al colonialismo español y un buen número de ellos se unió a la causa independentista. Lo realmente significativo fue que distintas clases y sectores sociales, cada una con el fardo de sus intereses y su cultura, se unieran en un propósito estratégico: la independencia. Lograr esta coalición de clases fue quizá el principal acierto de Simón Bolívar.

LA REVOLUCIÓN EN EL MUNDO DE LAS IDEAS

Desde las postrimerías del Siglo de las Luces empezaron a difundirse en la Nueva Granada las ideas ilustradas ligadas a los cambios económico-sociales universales que se habían concretado en la Constitución de Filadelfia (1787), en la Revolución Francesa (1789) y en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de la Asamblea Nacional Francesa (1789)[11]. Esta difusión aunada a las reformas borbónicas y a las condiciones locales precipitaron cambios culturales en el Nuevo Reino de Granada que anunciaban la futura fractura con la metrópoli: las reformas al plan de estudios promovidas por Francisco Antonio Moreno y Escandón (1774); la divulgación de Copérnico y el método científico, la Expedición Botánica (1783) y el Observatorio Astronómico, aportes ancilares de José Celestino Mutis; las primeras imprentas y la primeras biblioteca públicas; la traducción de la Constitución de Filadelfia (Miguel de Pombo) y los Derechos del Hombre (Nariño); las tertulias conspirativas, algunas de ellas como el Arcano Sublime de la Filantropía, de don Antonio Nariño, inspiradas en la masonería; los primeros periódicos, los primeros teatros, las Sociedades Económicas de Amigos del País y una activa correspondencia entre los grupos ilustrados. Una auténtica Revolución Cultural que expresaba en el mundo de las ideas los intereses económicos y políticos de un sector social en pleno proceso de formación.

El cambio en la cosmovisión y en el orden científico, que tuvo como eje a José Celestino Mutis y la Expedición Botánica, fue tan profundo en la Audiencia de Santafé, así estuviera restringido a la élite culta, principalmente universitaria, que cuando se intenta una explicación de por qué la política del terror de Pablo Morillo, se ensañó en la Nueva Granada, y fue relativamente débil en la Capitanía General de Venezuela y en la Presidencia de Quito, la única explicación plausible se encuentra en el hecho de que en esta Audiencia se hubiera formado un sector intelectual fuerte en la teoría política moderna, con una relativa aceptación entre la población urbana, que había cuestionado y hecho tambalear los fundamentos filosóficos, jurídicos y políticos del colonialismo español y de la feudalidad, más que en cualquiera de las otras colonias.

Al estudiar la naturaleza con el objetivo de conocerla y describirla, inventariando los recursos minerales, la flora y la fauna, la geografía y el estado de la población y la economía, la impronta del sabio Mutis condujo por el peso mismo de los saberes científicos, no se ha comprobado que fuera su intención, a la juventud neogranadina y a su intelectualidad de abogados y clérigos, principalmente, a identificar su territorio, a calcular sus posibilidades y a encontrar como un obstáculo el hecho de que no se extendiera y afirmara la enseñanza de las ciencias útiles, y que no se pudiera comerciar libremente con las potencias europeas. El ideario de este sector, sustentado en estudios económicos, en representaciones, en cartas, en periódicos, en las proclamaciones de las Juntas de Gobierno y la Independencia, y en las constituciones de estos años, dio autoconciencia de la identidad, y plasmó un proyecto liberal supremamente avanzado. “En treinta años las lecciones de flores se convirtieron en cartuchos de pólvora”[12].

Distinto fue que los dirigentes de este período, no hubieran comprendido la complejidad política y militar del momento; que no contaran con un amplio respaldo popular como el que se generará a partir de 1816; y que no calcularan, como sí lo hicieron Simón Bolívar y Antonio Nariño, que lo prioritario, en ese momento, eran la centralización política y militar y la formación de un ejército profesional para culminar, antes que nada, la Independencia. Francisco de Paula Santander, federalista de formación en sus comienzos revolucionarios, de 1816 en adelante y hasta 1827 aceptó el centralismo bolivariano, pues como el mismo lo dijo:

Otro error ha sido muy común en nuestra revolución. Hemos confundido la libertad y la independencia. Queríamos ser independientes del gobierno español, y queríamos al mismo tiempo gozar de los derechos de hombres libres, como si hubiéramos quedado ya independientes. (…) La armonía de la música resulta de muchas voces disonantes. Una elección popular hecha a la vista casi del enemigo, y rodeada de peligros, ¿a cuántas intrigas y desórdenes no está sujeta?[13]

UNA REVOLUCIÓN CON LA QUE EL PUEBLO SE COMPROMETE

Desde las primeras Juntas de Gobierno el pueblo llano se hizo presente, recordemos los tumultos y asonadas en El Socorro, Pamplona, Santafé de Bogotá, Cartagena y Antioquia durante 1809 y 1810. Diversos relatos coinciden en la presencia masiva del pueblo en la Plaza Mayor el viernes 20 de julio de 1810, día de mercado, y en la beligerancia de hombres y mujeres pidiendo castigo para Llorente y para los Oidores de la Real Audiencia; en la valentía de las mujeres y en la agitación callejera impulsada por los “chisperos” hasta finalizar el mes de julio. 7.000 personas sobre 22.000 que era aproximadamente la población de Santa Fe de Bogotá mantuvieron la agitación. Lo que no se ha estudiado muy bien es la presencia de múltiples hombres venidos a la ciudad en los días de esta coyuntura desde diferentes corregimientos y villas de la actual Sabana de Bogotá y de la actual Cundinamarca: “Luego de ocurridos los hechos del 20 de Julio de 1810 los habitantes de la Provincia de Santafé comenzaron a apoyar la primera junta de Gobierno. Muchos de ellos, comandados o enviados por alcaldes y curas párrocos, se sumaron al numeroso grupo de santafereños que hacía parte del Batallón de Voluntarios de Guardias Nacionales que habría de defender el nuevo gobierno”. En resumidas cuentas:  21 de julio, 40 hombres enviados por Soacha, ese mismo día 300 negros a caballo de las haciendas de la sabana; 24 de julio 500 hombres de Choachí, Ubaque y Fómeque y 50 hombres que vinieron con el hacendado José Antonio Olaya; 26 de julio 40 hombres de Chía, 50 de Bojacá, 80 hombres a caballo de Facatativá, 50 de Zipacón, 50 de Chocontá, 30 de Gachancipá, 60 de Sesquilé, 60 de Suesca, 50 de Tabio, 40 de Usaquén y lo más notable: 600 de Zipaquirá[14].

Sin embargo, luego de este entusiasmo inicial muchos hombres y mujeres se mantuvieron neutrales o a la expectativa, o se acogieron a la ilusión de un retorno a la “normalidad”, es decir al regreso pleno de las autoridades coloniales. Esta situación se puede explicar por:

  1. El predominio en el pueblo llano de la cultura feudal que consideraba a los reyes como figuras sagradas. Monismo eclesiástico-imperial llama a esto la historiadora Margarita Garrido[15]. El rey y la Iglesia en una sola identidad bicéfala de carácter sagrado.
  2. No había una conexión fluida entre la élite revolucionaria y los sectores populares que permitiera hacer evidentes los intereses comunes. Los conflictos en los días posteriores al 20 de julio en Santa Fe, entre el cabildo y los “chisperos” son una clara evidencia, así como la presión de los mulatos y la población de Getsemaní, para que se declarara la Independencia de Cartagena.
  3. El resentimiento de los esclavos frente a sus amos. El rumor desde finales del siglo XVIII y sobre todo después de la independencia de Haití (1804), era que una cédula real había dado la libertad a los esclavos y que los amos la mantenían escondida.
  4. El temor a la pérdida o parcelación de los resguardos por parte de los indígenas.
  5. La incomprensión y el rechazo a la guerra entre centralistas y federalistas, y a los conflictos entre las villas y ciudades, que paralizaban el comercio, amenazaban con el caos y hacían cundir el pesimismo.

 

SE GENERALIZA EL APOYO POPULAR, DEFINITIVO PARA EL TRIUNFO DE LA REVOLUCIÓN

Es solo después de 1816 cuando el pueblo se une plenamente a la brega por la independencia:

Por la política de terror de Pablo Morillo aplicada a través de órganos punitivos aparentemente legales, ya usados en España desde 1814. El Consejo Permanente de Guerra fusiló a cientos de hombres y mujeres de origen popular, además de los dirigentes más comprometidos con la Primera República; la Junta de Secuestros expropió tierras y bienes a patriotas comprometidos con la independencia o a personas neutrales por todo el territorio. El Consejo de Purificación condenó a muchos rebeldes a trabajos forzados para la construcción y reparación de vías (José Manuel Restrepo fue obligado a construir la carretera entre Sonsón y Honda) y reclutó obligatoriamente para el ejército español a muchos patriotas (José Hilario López) no hallados culpables de “delitos” mayores; el Tribunal de la Inquisición llamó a cuentas y desterró a España o a otros lugares de América a muchos religiosos comprometidos con la independencia. A esto habría que agregar el comportamiento déspota de Morillo, Barreiro y Sámano con el criollaje y la humillación continua sobre hombres y mujeres comprometidos o no con la revolución, y el peso del sostenimiento de la guerra (contribuciones permanentes, reclutamiento, apoyo logístico) en hombros de la población.  Con la llegada de Morillo el ejército del rey fue de hecho un ejército de ocupación, con lo que se fortalecieron los sentimientos nacionales y el espíritu insurgente. La resistencia social se puso a la orden del día. Basta examinar el caso de los llaneros de Venezuela que fueron levantados por España contra los patriotas entre 1812 y 1814 (segunda gran derrota de Bolívar). En 1815, estos mismos llaneros venezolanos son agraviados por Morillo, desconocidos como militares y negadas sus aspiraciones políticas y territoriales. Por lo tanto, a partir de este momento jugaron un papel decisivo a favor de la emancipación. Igualmente surgieron grupos irregulares de resistencia en las provincias de Pamplona, Socorro, Tunja, Santa Fe y el Casanare y muchos otros grupos irregulares en Cúcuta, Popayán, Neiva y Mariquita, Popayán e incluso en la misma provincia realista de Pasto.

 

Por la superación de la anarquía de las Primeras Repúblicas y la construcción de un ordenamiento jurídico que resolvió la ausencia de un poder central legítimo revolucionario, originado por la disolución del Gobierno de las Provincias Unidas del Nuevo Reino de Granada y de la Federación Venezolana, a causa de la reconquista. El derrotismo, el conflicto, la disensión y la desarticulación entre los patriotas estaban a la orden día. En la Nueva Granada, ante la presencia de Morillo y su victoria en Cartagena y el avance triunfal desde el norte sobre el centro del territorio, se derrumbó el Gobierno de las Provincias Unidas[16]. Pero hacia julio de 1818 Bolívar en Angostura reorganizó política y militarmente un incipiente Estado: estableció un Estado Mayor, integrado por su jefatura (Jefe Supremo de la República, Capitán General de los Ejércitos de Venezuela y la Nueva Granada), una Corte Suprema de Justicia, un Consejo de Estado y un Consejo de Gobierno para los asuntos legales y civiles, lo que garantizó una sola dirección de las actividades políticas y militares. En pocas palabras se resolvió transitoriamente el conflicto entre Bolívar, Bermúdez y Mariño y los restantes caudillos militares de Venezuela. El control de Angostura permitió un rápido acceso al Orinoco y a los abastos comerciales y de armas. En Pore, el 16 de julio de 1816 una Junta del ejército patriota, bajo la influencia de Santander, intentó reorganizar el gobierno de las Provincias Unidas del Nuevo Reino de Granada. Nombró a Fernando Serrano como presidente de Gobierno y a Francisco de Paula Santander (Sargento Mayor) como jefe del ejército. Serrano y Santander recibieron el apoyo de los jefes guerrilleros Ramón Nonato Pérez el tigre del Pauto, Juan de Galea, Juan Nepomuceno Moreno, Francisco Olmedilla, Miguel Espejo y otros. Sin embargo, el 16 de agosto llegó José Antonio Páez a Guasdalito, se impuso apoyado en la fuerte presencia de llaneros venezolanos y fue elegido jefe Supremo político y militar, y dictaminó la nulidad de todo cargo político y militar fuera del suyo. Santander viajó entonces a reunirse con Bolívar en Barcelona. El 21 de agosto de 1818, fue nombrado general de brigada y se le reenvió a organizar la resistencia del Casanare y a preparar las elecciones para el Congreso de Angostura. Allí, luego de mediar en los conflictos entre Juan Galea, hombre de Páez, y Juan Nepomuceno Moreno y Ramón Nonato Pérez, guerrilleros granadinos, y de organizar un ejército disciplinado, creó un gobierno civil representativo del Gobierno de las Provincias Unidas del Nuevo Reino de Granada, lo dotó de un boceto de constitución o de un conjunto de principios políticos (Declaración de Pore), y puso la política al mando, manteniendo la más estrecha unidad con Bolívar. Al comenzar 1819 la unidad, la disciplina y las formas incipientes de gobierno, permitieron organizar un ejército popular y disciplinado dispuesto a invadir la Nueva Granada. A comienzos de 1819, el ejército libertador controlaba una gigantesca zona del occidente venezolano y del oriente granadino, desde el Orinoco hasta la Cordillera Oriental, tocando las provincias de Apure y Barinas en Venezuela, hasta el Casanare colombiano, a través de los ríos Orinoco y Apure. Cuando Bolívar convocó elecciones para el Congreso de Angostura el 24 de octubre de 1818, ya había condiciones políticas para realizarlas.

 

Por el papel esclarecedor y aglutinador de la prensa. El Correo del Orinoco, creado por Simón y Bolívar y José Antonio Zea el 27 de julio de 1818, como órgano del gobierno, llegaba a los intelectuales revolucionarios granadinos y europeos, y se constituyó en una voz de aliento, de propaganda y de convicción permanente.

Por el surgimiento de un ejército profesional, profundamente popular y adiestrado en la guerra irregular. A pesar de la necesaria y continua lucha de partidas adelantada por Páez y Santander en Casanare y los Llanos venezolanos, y por grupos guerrilleros sobre toda la Cordillera Oriental, la experiencia militar adquirida por los jefes republicanos luego de varios años de guerra, la pertinacia de Bolívar y Santander y la influencia de la Legión Británica, propiciaron el paso de la guerra de partidas a la guerra moderna. Todos estos factores jugaron en la percepción y comprensión de los sectores populares y los inclinaron definitivamente al lado de la independencia. Este es uno de los aspectos que consideramos necesario resaltar en este Bicentenario: la unidad inquebrantable del pueblo llano alrededor de la Independencia. Blancos de orilla, criollos y mestizos, las mujeres, los esclavos e indígenas y un numeroso grupo de curas regulares y seglares fue el factor decisivo para lograr la emancipación.

Por la rivalidad entre las potencias europeas y el cambio en la situación internacional. La derrota de Napoleón en la “batalla de las naciones”, en Leipzig, el 16 de octubre de 1813 (Waterloo, la derrota definitiva de Napoleón sucedió el 18 de junio de 1815) permitió el regreso de Fernando VII a España en 1814, luego de la firma del Tratado de Valencay. Por este tratado Napoleón reconoció a Fernando como rey de España a cambio de su neutralidad en la guerra contra Inglaterra. El regreso de Fernando VII fue favorable, a la larga, para la Independencia. Una vez hubo regresado y retomado el poder, abolió la Constitución de 1812[17], restableció el absolutismo, reimplantó la inquisición, encarceló a los liberales españoles y organizó un ejército de 15.0000 hombres para la Reconquista de América. Pero Inglaterra, que no apoyó en un principio la independencia por estar aliada con España en la guerra contra Napoleón, derrotada Francia y urgida de nuevos mercados, lentamente comenzó a cambiar sus aliados y sus simpatías fueron ahora para América, y decidió secundar la independencia: toleró y avaló discretamente la Legión Británica, les vendió armas y les concedió préstamos a los patriotas, a más de oponerse a la intervención en América de la Santa Alianza. Todo esto jugó a favor de Bolívar y los insurgentes y en la certeza popular de la proximidad de la victoria. En 1820 la revolución de Riego y Quiroga confirmó que España no podía sostener la guerra y que la Independencia constituía, como lo señaló Bolívar, el orden natural de los asuntos históricos.

Los curas insurgentes.

Desde las primeras Juntas de Gobierno, en la mayor parte de las Actas de Independencia y en la elaboración de las primeras constituciones participaron religiosos[18]:  Juan Bautista Pey, el canónigo Andrés Rosillo, el cura indígena Ignacio Pescador, como firmantes del Acta del 20 de julio[1]; Juan Domingo Caicedo y Flórez, rector del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario; Juan Domingo Duquesne, rector del Colegio Mayor de San Bartolomé se pusieron a disposición de los patriotas; fray Ignacio Mariño capellán del ejército libertador, combatiente y masón, quien propició desde 1810 tanto la Junta de Gobierno como el surgimiento de guerrillas patriotas, indígenas y mestizas en el Casanare; el presbítero Juan Fernández de Sotomayor cura de Mompox  quien hizo un catecismo o Instrucción Popular (6 de agosto de 1810) en el cual justificaba la Independencia y negaba el derecho de los reyes sobre América; Fray Diego Padilla, fundador del Aviso al público (29 de septiembre de 1810), quien justificó la Independencia desde la economía; fray Juan Francisco Florido, capellán del ejército de Nariño en la Campaña del sur, quien después de la batalla de Boyacá, en una velada en honor al Libertador presentó 14 tesis que justificaban la Independencia; Fray Miguel Ignacio Reyes, muerto en la batalla de Boyacá. Salvador Ximénez de Enciso realista hasta 1822 y luego patriota. Sin embargo, de 1816 en adelante, la participación del clero es absolutamente significativa. Cientos de curas apoyaron la independencia[19]. La participación del clero en la independencia puede ser comprendida fácilmente si tenemos en cuenta algunos factores:

  1. Los procesos de secularización en España y los Patronatos de 1717 y 1753, que colocaron a la iglesia, particularmente a los obispos, bajo la tutela directa del rey (regalismo), en tal medida, que era el rey quien tenía el privilegio de nombrarlos. Una bula o un breve pontificio exigían la aprobación real antes de circular por España o América. Este aspecto afectaba sobre todo a los obispos y en general a la Iglesia diocesana.
  2. La expulsión de los jesuitas. Al ser expulsados los jesuitas por Carlos III y disuelta la orden, el descontento cundió entre los jesuitas, los sectores de la sociedad que les eran afectos y entre los beneficiarios de sus políticas. Su incidencia social era muy alta, pues ellos manejaban la Universidad de San Javier, el Seminario y Colegio Mayor de San Bartolomé y las misiones de los Llanos Orientales. La Carta a los españoles americanos del peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán (1799) sacerdote jesuita, que justificaba teológicamente la separación de España, circuló de mano en mano y aumentó el descontento contra los reyes[20].
  3. El temor a Napoleón y al “ateísmo” francés, expresado desde 1808 en España, “alma” de la Guerra Civil Española, en América encontró una gran acogida y se repitió en los púlpitos, e incluso en el Papel Periódico de Santafé de Bogotá, editado por Manuel del Socorro Rodríguez.
  4. Sin embargo hubo un aspecto central: la mayor parte del clero regular y no pocos de los seglares era criollo (algunos de origen indígena), al igual que sus superiores, y por supuesto tenían fuertes vínculos de parentesco, de vecindad y de intereses económicos con el criollaje ilustre[21], del cual fueron maestros en la universidades granadinas por las que se movieron con alguna libertad las teorías ilustradas, en connivencia con la doctrinas jesuíticas de la soberanía popular.

En el seno de la institución eclesiástica se presentaba con la misma fuerza que en otros sectores granadinos el impacto y la colisión de intereses frente a España y los anhelos independentistas desde diferentes intereses y consideraciones, lo que llevó en ocasiones al enfrentamiento de unas comunidades de religiosos contra otras o a la crisis en una misma comunidad. Estos aspectos nos permiten una doble explicación. 1) Los curas revolucionarios prolongaban una tradición que surgió desde la Conquista[22] y que ha tenido expresiones y personalidades significativas a lo largo de toda nuestra historia. 2) La jerarquía eclesiástica que en términos generales se opuso a la Independencia con apoyo de los papas[23], una vez tuvo la opción de pronunciarse luego de la Independencia, asumió como tarea restablecer el poder que tenía durante el período colonial, ahora, sin los controles estatales del Patronato, al que consideraban nulo al separarse América de España. De ahí, que cuando Santander ordena volver colegios a los seminarios de menos de 8 profesantes y reimplantar el Patronato, la iglesia lo acusara de persecución religiosa.

 

“Juanas”, “soldaderas”, “aguateras” y mujeres armadas, paladines de la revolución.

Las mujeres siempre han participado en todas las luchas sociales, sea cual sea su momento, el lugar o el carácter de estas luchas. Sin ellas el proceso de la emancipación hubiera sido incompleto:

Antonia Santos, fusilada por haber sido gestora de la guerrilla de Coromoro en sus haciendas de la provincia de El Socorro; Policarpa Salavarrieta, fusilada por su papel de auxiliadora y espía de la guerrilla de los Almeida, y como informante y auxiliadora de las guerrillas del Casanare; Mercedes Abrego, fusilada por hacerle uniformes a Bolívar y servir de espía e informante de los patriotas; María de la Concepción Loperena de Fernández de Castro, quien donó en Valledupar caballos a Bolívar, organizó la Junta de Gobierno en la región y liberó a sus esclavos; María Águeda Gallardo Guerrero, quien en Pamplona le quitó el bastón de mando al gobernador español Bastús y Faya y organizó la Junta de Gobierno de Pamplona; Juana Velasco de Gallo, tunjana, hacendada de Toca, donante de caballos y pertrechos al ejército libertador; Matilde Anaray, la niña mestiza de Socha quien dio, primera que todos, sus ropas al ejército patriota que acababa de cruzar el páramo de Pisba; Bárbara Forero, mujer de alma libre, amante de Pedro Fermín de Vargas con quien huyó en 1794 o 95, para regresar luego de su separación, a Santafé y convertirse en maestra de primeras letras, y en agitadora callejera el 20 de Julio de 1810, al lado de Melchora Nieto y Francisca Guerra, comerciantes de Santafé, además de muchas mujeres de la plaza de mercado; las Heroínas del Valle de Tenza (6) fusiladas por apoyar la guerrilla de  los Almeida, y cientos más, que participaron como dirigentes, conspiradoras, enfermeras, abastecedoras de ropas, hombres, caballos y recursos económicos, cuando no como auxiliares de los grupos irregulares o como “juanas, soldaderas y aguateras” o finalmente como uniformadas que se disfrazaban de hombres para marchar y combatir con el ejército libertador: la capitana Evangelista Tamayo, las sargentos Juana Béjar, primera mujer integrada al ejército patriota, Casilda Franco, Simona Amaya y las soldados Carlota Armero, “la Loaiza” de la que no ha sido posible determinar el nombre, Luisa Góngora, Margarita Ramos y Rita Ruiz “la Güila”. Se requeriría un espacio muy amplio para detallar el nombre de las más de 150 heroínas, entre las que no faltan indígenas y esclavas, que se han podido reseñar por sus actos de valor y su osadía, su lealtad a la causa independentista, sus sufrimientos, sus torturas y finalmente su fusilamiento. La valiente participación femenina corrobora el carácter popular de la independencia.

Indígenas y esclavos se integran al Ejército Libertador.

La indagación sobre la participación de los indígenas y los esclavos en la independencia es también reciente en la investigación histórica colombiana. Se debe partir de la evidencia de que unos y otros, por su papel en la vida económica, social y cultural, se encontraban al margen de lo que acontecía en las ciudades y villas y en general en los espacios de blancos y mestizos. Los resguardos no solo garantizaron la fuerza de trabajo para los criollos y la supervivencia de los indígenas como etnias, sino que además funcionaron como “apartheid”, como prisiones étnicas que impidieron la disolución de las comunidades y la conversión de los indígenas en campesinos. Iniciado el proceso independentista, los indígenas de la Costa Caribe, los pastos, los pijaos y otros, fueron fieles al rey en razón de que se les había presentado siempre como el gran protector, el defensor de los indios y de sus resguardos desde la época de la conquista. Pese a esto, muchos indígenas en las provincias de Tunja, Popayán, Socorro, Pamplona y Cúcuta auxiliaron a los patriotas, se integraron a sus ejércitos o a los movimientos insurgentes irregulares. Basta recordar a Martín Astudillo, de La Plata, provincia de Neiva, fiel compañero de Nariño; al paez Agustín Calambás, quien alcanzó el grado de coronel y fue fusilado en la Reconquista; las guerrillas patriotas organizadas desde Malambo, Usiacurí, Baranoa y Galapa por los alrededores de Barranquilla y sobre todo los indígenas de Pore, Tame, Morcote, Trinidad y otras localidades del Casanare, aupados por fray Ignacio de Mariño.

Igual cosa se puede plantear de los esclavos: cimarrones desde siempre, pero en particular luego del triunfo de los esclavos en Haití en 1804. Su grito de batalla lanzado en diferentes momentos y contextos fue: ¡viva la ley de los franceses! Iniciada la Independencia, amplios sectores de esclavos se mantuvieron aparte por desconfianza sobre sus amos esclavistas; pero muchos, y no por reclutamiento forzoso, que lo hubo, se vincularon a los ejércitos patriotas voluntariamente a cambio de la libertad o en apoyo de sus amos o por libre decisión[24], por ejemplo el esclavo Inocencio Calacuerda que mantuvo la comunicación y la correspondencia entre la guerrilla de los Almeida y las guerrillas del Casanare. Menos dificultades se tienen con los mestizos, mulatos y pardos, granadinos y venezolanos, cuya actitud fue comprometida y evidente. Entre ellos se destacan Leonardo Infante, José Prudencio Padilla, Manuel Carlos Piar, entre otros. Lo que nos lleva a una conclusión que debe ser precisada documentalmente: la participación popular en la Independencia fue esencialmente de criollos blancos y mestizos.

CONTRIBUCIONES Y ENSEÑANZAS IMPERECEDERAS DE NUESTRA REVOLUCIÓN DE INDEPENDENCIA

Cuando se estudia la Revolución de Independencia más allá de lo meramente historiográfico, de la infinidad de polémicas que ha suscitado y sigue suscitando y del patriotismo de izada de bandera, y le preguntamos a un proceso que conmovió a todo un continente, que movilizó a una población en ese entonces calculada para la Nueva Granada  en 3 millones de personas, cómo fue posible y qué nos puede enseñar, ahora que nuestra mirada examina el horizonte buscando caminos,  encontramos que pese a las diferencias del tiempo y de las condiciones, nos dejó unas enseñanzas que seguirán alumbrando nuestro prolongado y complejo derrotero hacia la Segunda Revolución de Independencia. A modo de conclusión las resumimos:

  1. Solamente un ejército con una profunda raigambre popular y una alta convicción anticolonialista y republicana, apoyado por fuerzas irregulares y el pueblo llano, y no grupos aislados de las masas, pudo ser capaz de forjar hazañas militares como la del Ascenso del Páramo de Pisba (22 de junio al 6 de julio de 1819), las batallas del Pantano de Vargas (25 de julio de 1819), Charalá (4 de agosto de 1819)[25] y el Puente de Boyacá (7 de agosto de 1819), para después crear a Colombia en el Congreso de Angostura (1819), darle forma jurídica a la república con la Constitución de Cúcuta (1821) y liberar a cinco naciones con las victorias de Carabobo (24 de junio de 1821), Pichincha (24 de mayo de 1822), Junín (6 de agosto de 1824) y Ayacucho (9 de diciembre de 1824), que dieron al traste con la dominación española en América del Sur.
  2. La Revolución de Independencia tuvo en su vanguardia una filosofía política: en primer lugar el ideario ilustrado y en segundo, la escolástica española; una estrategia: la soberanía nacional y la república; unos protagonistas: la burguesía comercial, los pequeños comerciantes, los productores agrícolas y los artesanos, los intelectuales, algunos terratenientes y mineros, muchos curas, los mestizos, las mujeres, los esclavos, un buen número de indígenas y sus comunidades, es decir un Frente Amplio de la población colombiana. Ceder transitoriamente lo secundario para afirmarse en lo principal, así corresponda luego de la victoria cuadrar las cargas, lo que no logró plenamente en la Independencia el sector revolucionario; una solución militar: la campaña libertadora de 1819; y una solución política: la República de Colombia, creada por el Congreso de Angostura de 1819 y por la Constitución de Cúcuta de 1821.
  3. El logro de la Independencia, la Soberanía Nacional y la República, fue posible gracias al acierto y la convicción política de sus jefes, a una coalición de todas las clases y sectores sociales en contradicción con España, y a una poderosa participación popular. Estos factores constituyen el principal significado de la Independencia y lo que debemos resaltar en el actual momento de la historia de nuestra nación.
  4. Este Bicentenario, para la fuerzas patrióticas y progresistas de Colombia, es un recordatorio de que solo recuperando la soberanía nacional en un gran Frente Antiimperialista, habrá garantía para adelantar todas las transformaciones económicas y sociales que nos permitan, por fin, convertirnos en una nación moderna dejando atrás la condición de neocolonia norteamericana.

UN EPÍLOGO NECESARIO[26]

Este texto, por su corte temporal, 1810-1821, y por sus objetivos, no tocó los problemas relativos a la crisis de nuestra Revolución de Independencia (1826-1830): las complejidades de la construcción y permanencia de Colombia la grande o Gran Colombia (1819-1830), el primer gobierno de Santander como encargado del poder ejecutivo nacional (1819-1827), la política norteamericana frente a América Latina y la Doctrina Monroe (1823), los planes de la Santa Alianza, la Constitución Boliviana (1826), el Congreso Anfictiónico de Panamá (1826), la Convención de Ocaña (1828), la dictadura de Bolívar (1828), la Conspiración Septembrina (1828), la prisión y destierro de Santander (1828), los alzamientos armados de José María Obando y José Hilario López contra la dictadura de Bolívar (1829), la rebelión y la muerte de José María Córdoba, por la misma causa (1829), el asesinato de Antonio José de Sucre el Mariscal de Ayacucho (1830), todo lo cual fue seguido por la disolución de Colombia, el Congreso Admirable (1830) que creó la República de la Nueva Granada, el golpe de Estado del General Urdaneta para restablecer la dictadura de Simón Bolívar (1830), la muerte de Bolívar (1830) y el regreso de Santander a la Nueva Granada como presidente de la república (1832). No obstante, es imprescindible señalar algunos aspectos sobre el general Francisco de Paula Santander, más cuando a los reiterados desconocimientos de un bolivarismo hirsuto, se suman los agravios de algunos guerreros que aspiran a mantener una guerra sin futuro.

Una mirada sobre las personalidades que dirigieron la revolución nos permite concluir que Simón Bolívar (1783-1830) fue por excelencia el jefe político y militar de la Independencia. Su gestión política dio solidez al proyecto liberador y logró ganar sectores, los más disímiles (desde curas, comerciantes, intelectuales, mestizos, señores de la tierra, indígenas, esclavistas y hasta esclavos) para esta causa y constituir con ellos, un frente político que garantizó el triunfo sobre los realistas. Como militar, derrotado una y otra vez, perseveró en la lucha hasta lograr la victoria y convirtió una guerra de partidas y unas milicias indisciplinadas, en una guerra regular adelantada por un ejército profesional. Empero, sus ideas políticas (su concepción del Estado, el gobierno y la sociedad), que comienzan a ser visibles, no nuevas, a partir de 1819 (discurso ante el Congreso de Angostura, 15 de febrero de 1819) al ser abocadas por los constituyentes en la Constitución de Cúcuta, implicaron una negociación que le concedió al Libertador el excesivo centralismo de Colombia, a cambio de la forma republicana de gobierno.   Las ideas bolivarianas, sin embargo, maduran desde 1826 con la Constitución Boliviana, la Liga Anfictiónica de Panamá bajo el protectorado inglés, la Confederación de los Andes y los proyectos de monarquía agenciados por él y sus amigos. Estas ideas entraron en disputa con la concepción republicana, civilista y democrática de Francisco de Paula Santander (1792-1840) y de muchos granadinos, venezolanos y quiteños, desatando la crisis de la Revolución.

Francisco de Paula Santander y Omaña (1792-1840) descendía de una familia de la aristocracia lugareña de la Villa del Rosario de Cúcuta. Su padre Juan Agustín Santander Colmenares y su tío José Salvador Santander Colmenares habían sido capitanes comuneros de la Villa del Rosario y del Táchira, respectivamente, durante la revolución Comunera de 1781[27]. Desde 1805 estudia en el Seminario y Colegio Mayor de San Bartolomé apadrinado por su tío el presbítero Nicolás Mauricio Omaña y Rodríguez cura- rector de la Catedral de Bogotá, quien consiguió de don Domingo Duquesne rector del colegio que se le otorgara beca de estudios. Estos dos religiosos apoyaron la Independencia. Nicolás Mauricio Omaña fue desterrado por Morillo a Venezuela en 1816, para morir allí en 1817. Domingo Duquesne igualmente fue apresado en 1816 y desterrado a Puerto Cabello de donde logró huir. En 1808 Santander obtiene el título de bachiller, por la Universidad de Santo Tomás, institución que legitimaba los títulos de los Colegios Mayores y continúa sus estudios de derecho en San Bartolomé como capista, es decir, alumno externo.

En este Colegio fue alumno de eminentes figuras de la Ilustración criolla como Custodio García Rovira, Frutos Joaquín Gutiérrez y Emigdio Benítez que fueron actores destacados en el proceso revolucionario. Igualmente fue compañero de estudios de Liborio Mejía. Custodio García Rovira y Liborio Mejía fueron presidente y vicepresidente de las Provincias Unidas del Nuevo Reino de Granada entre junio y julio de 1816. Tras ser derrotados por Sámano en la batalla de la Cuchilla del Tambo, fueron capturados y ejecutados. Es preciso señalar que el ambiente universitario de Santa Fe de Bogotá, estaba profundamente caldeado por las nuevas perspectivas científicas, económicas y políticas, por la vasta influencia de la Expedición Botánica y por el pensamiento de Frutos Joaquín Gutiérrez, Camilo Torres y Francisco José de Caldas. Todos ellos fueron ejecutados por Pablo Morillo. En general los religiosos que regentaban las instituciones educativas fueron simpatizantes de la revolución y toleraban, cuando no estimulaban, el pensamiento crítico en las aulas universitarias.

Este fue el ambiente en el que se movió Francisco de Paula Santander durante sus estudios de derecho. Hijo y sobrino de capitanes comuneros y alumno de brillantes revolucionarios. Por esto no es de extrañar que cuando suceden los acontecimientos de 1810 el joven estudiante, de 18 años, a quien solamente le faltaban unos protocolos académicos para graduarse de abogado, decide unirse el 26 de octubre como voluntario al servicio militar activo con el grado de subteniente-abanderado del batallón de infantería Guardias Nacionales, bajo el mando de Manuel del Castillo y Rada y Antonio Baraya. En mayo 25 de 1812, Manuel del Castillo y Rada, Baraya y otros oficiales rompen con Nariño, el centralismo y Cundinamarca, Santander los apoya y participa activamente en la guerra civil de este año al lado de los federalistas y del Gobierno de las Provincias Unidas del Nuevo Reino de Granada. Combate al lado de Baraya en el intento de la toma de Bogotá en enero de 1813 y es herido y capturado. Después de liberado por Nariño[28] es ascendido por los federales a Sargento Mayor. En 1814 acompaña a Bolívar hasta Cúcuta en la Campaña Admirable, es testigo del conflicto de Bolívar con Manuel del Castillo y Rada y se mantiene del lado de este último. Luego de los avatares de la guerra en el nororiente país, dos años después, durante la invasión de Morillo es derrotado con Custodio García Rovira en Cachirí cuando ya ostentaba el grado de coronel. Conjuntamente con su jefe inmediato Manuel Serviez, desconocen la orden del presidente de la Nueva Granada José Fernández Madrid y en lugar de marchar a Popayán como este lo instruía, se dirigieron en una travesía de más de 60 días a la provincia del Casanare que era la única provincia libre desde 1812.

Santander hasta 1816 fue un militar subalterno, de mediana graduación, del Congreso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, bajo el mando sucesivamente de Manuel del Castillo y Rada, Antonio Baraya, Rafael Urdaneta y Manuel Serviez, y eventualmente de José Antonio Páez. Otras eran las figuras centrales: lo había sido Nariño primero en 1794 y luego de 1812 a 1814 cuando en la Campaña del Sur fue por tercera vez hecho prisionero; lo fue Miranda de 1806 a 1812, y en particular, para estas calendas, Simón Bolívar. Sin embargo, en los llanos colombianos y venezolanos, en la provincia de Guayana y en la ciudad de Angostura desde 1817, comenzó a desplegar su pensamiento político[29], que se materializó en su labor educativa entre los oficiales y soldados, en la organización que dio al Casanare en 1818 y la Declaración de Pore[30].  Concluida la Guerra de Independencia con las batallas del Pantano de Vargas y Boyacá, Bolívar, quien desde 1818 lo había nombrado general de división, lo designa primero como comandante militar de la Nueva Granada y luego vicepresidente, lo que va a ser ratificado por el Congreso de Cúcuta. Santander no fue elegido diputado para el Congreso de Cúcuta por su condición de vicepresidente, pero su ideario democrático y republicano ya había logrado una amplia aceptación sobre todo entre los diputados granadinos. Este ideario: la república, separación de poderes, separación entre la Iglesia y el Estado, ciudadanía, civilidad y predominio de la ley -cuando el predominio de las armas era absoluto- se constituyó en el principal muro de contención contra las ideas militaristas, autocráticas y teocráticas que un buen número de diputados aspiraban a instituir en la Constitución de 1821[31].

Mientras ejerció como vicepresidente de Colombia, encargado del poder ejecutivo, en tanto Bolívar culminaba la liberación de Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia, se caracterizó por la reforma del régimen tributario dando prioridad al impuesto único y directo sobre los impuestos ; por sus esfuerzos para la abolición de los estancos y los impuestos indirectos; por la limitación y el control del poder de la Iglesia Católica (Concordato de 1824)[32]; por la construcción de vías de comunicación y la navegación a vapor por el río Magdalena; por la propuesta del camino de Colón a Panamá y la idea del canal de Panamá. Su obra educativa es perenne: crea las escuelas públicas (500 escuelas y 20.000 estudiantes para 1827) a las que debían asistir todos los niños, con prescindencia del color de su piel; los establecimientos educativos femeninos; las Casas de Estudio (que convalidaban a quienes no habían hecho estudios regulares para presentar exámenes de admisión a las universidades); los colegios nacionales (la mayoría todavía sobrevive); y por las universidades públicas (en Bogotá, la Universidad Central), en cada uno de los tres departamentos que constituían a Colombia. No sobra recordar dos cosas: una, el carácter público de estas instituciones, y dos, la enseñanza de los autores modernos, frente a la pretensión de la Iglesia que aspiraba a mantener el monopolio de la educación y prolongar en el tiempo la enseñanza de la escolástica.

Bolívar y Santander eran contestes de que la población colombiana con una tasa de analfabetismo que superaba el 80%, estratificada por castas (esclavos, indios, mestizos, blancos) y aislada y separada por selvas y montañas casi impenetrables, y controlada ideológicamente por una clerecía monarquista y contrarreformista, no tenía todavía las premisas políticas necesarias para la civilidad y la república. En Bolívar este temor era pánico. Pero mientras para él esto exigía un régimen centralista y autoritario, para Santander la exigencia era educación. Solamente construyendo ciudadanos ilustrados sería posible darle bases a la república, a la civilidad y al desarrollo de la economía. Todo el plan educativo de Santander quedó plasmado en el Programa Educativo de 1826. Además, debemos incluir la fundación de la primera biblioteca pública[33] y del Museo Nacional, ambas instituciones reforzadas a partir de todos los elementos que sobrevivieron a la quema inquisitorial de Pablo Morillo de lo que había sobrevivido de la Expedición Botánica. La creación de la Academia Nacional Científica, del primer cementerio laico (actual cementerio central) del primer lazareto en un país asolado por la lepra y de periódicos como El Patriota desde el cual defendió la Constitución de 1821, fueron claros signos de la mentalidad civil de Santander. Fue tan significativa la obra modernizadora de Francisco de Paula Santander que un bolivariano fundamentalista, Víctor Paz Otero, en su libro sobre Santander, que es un rosario de diatribas y de denuestos de la primera a la última página sobre su biografiado,  sin ninguna rigurosidad histórica, no pudo opacar la obra legislativa del general y se ve obligado, entre los dientes, a reconocer el carácter moderno y progresista de su gestión[34].

El problema de la valoración del significado histórico de Francisco de Paula Santander ha sido tamizado casi exclusivamente por la comparación y su conflicto de 1826 en adelante con Simón Bolívar. Pero Atención: muchas de estas confrontaciones se apoyan en lo secundario y no en lo principal: 1. Que Bolívar era un héroe típico del romanticismo, apasionado, generoso, de voluntad indeclinable, osado, mujeriego, soñador; excelente escritor y publicista, con ribetes de poeta (Delirio sobre el Chimborazo) y que se burló de las mentalidades mojigatas de Lima, Quito y Bogotá paseando públicamente con sus amantes (la principal Manuelita. Antonio Cacua Prada le contó 35 amantes). Que Santander era rígido, burócrata, formalista, tacaño, avaricioso, de doble moral (cuando le llegó la exigencia de casarse hizo a un lado a su sempiterna amante, Nicolasa Ibáñez y se enlazó con una de las mujeres más ricas de Bogotá, doña Sixta Pontón, mientras mantenía en secreto a sus sucesivas amantes. 2. Que sus amigos mutuos enveneraron una amistad, la más significativa de la Independencia.  3) Que uno y otro abusaron del poder y lo utilizaron para sacar adelante sus propósitos. 4) Que Santander fue cruel: (fusilamiento de los 38 oficiales españoles encabezados por Barreiro). Que Bolívar fue cruel: Guerra a muerte (1814), fusilamiento de Piar (1817), Navidad Negra de Pasto (1822), etc.

Creemos que estos enfoques son secundarios. Comencemos por decir que la crueldad de ambos bandos, españoles y patriotas, fue uno de los rasgos más oprobiosos de nuestra independencia y en general de todas las guerras.  Pero más allá de la simpatía y la repulsa que generen Bolívar y Santander, hay un problema de fondo: Bolívar desde la Carta de Jamaica y el Discurso ante el Congreso de Angostura y sobre todo desde la Constitución Boliviana, es partidario del autoritarismo en cualquiera de sus formas: facultades extraordinarias, dictadura, presidencia vitalicia y senado vitalicio, proyectos de monarquía y protectorado inglés. Santander, si bien desde 1817 y hasta 1825 respaldó la política centralista bolivariana, porque la consideró necesaria para derrotar a España, una vez España fue derrotada, expresó por todos los medios su repudio al cambio de la constitución de 1821 y por el contrario aspiró a profundizar su democratismo con un régimen federal entre Cundinamarca, Venezuela y Quito y defendió la alianza con Estados Unidos que desde 1823 había planteado la Doctrina Monroe que frenó las ambiciones de la Santa Alianza sobre América. Otra cosa fue la misma Doctrina Monroe en unos Estados Unidos imperialistas desde finales del siglo XIX[35].  Los problemas son precisos:  el régimen autoritario impedía la construcción de una superestructura jurídica que le diera una amplia base liberal a la expansión de las fuerzas productivas y, por el contrario, frenaba su desarrollo. Se puede argüir que Inglaterra era una monarquía constitucional y que Napoleón se declaró emperador y que esto no fue óbice para el desarrollo del capitalismo. Pero este argumento oculta un hecho: tanto en Inglaterra como en Francia una poderosa burguesía industrial sustentaba el desarrollo y frenaba a los monarcas y a la nobleza. En Colombia y en general en América del sur, una monarquía, así fuera constitucional, acompañada de un senado vitalicio, al no existir una burguesía industrial con un alto peso político y económico, fortalecía a los señores de la tierra y las formas feudales de vida y de trabajo. La dictadura de Bolívar de 1828 a 1830, contó con el apoyo de los señores de la tierra, la Iglesia y los ambiciosos señores de la guerra, militares venezolanos en casi su totalidad. El protectorado inglés nos reconvertiría en colonia. Este es el meollo de la cuestión: pese al atraso generalizado en todos los órdenes, a la debacle económica producida por una guerra de 15 años, pese a la carencia de hombres con la experiencia y el conocimiento necesarios para dirigir la administración pública y la justicia[36], el único camino expedito para culminación de los proyectos más avanzados de la Revolución de Independencia no era otro que la república con plena separación de poderes y la separación de la Iglesia y el Estado, las libertades públicas, siempre respetadas por Santander, entre ellas la libertad de prensa, la civilidad (fue un gesto de alto contenido simbólico el que Santander durante su vicepresidencia abandonara el uniforme militar y se vistiera de civil), la construcción de ciudadanos y la educación. Esfuerzo arduo pero inevitable si queríamos enrutarnos hacia la modernidad. Como los hechos políticos lo impidieron seguimos padeciendo las consecuencias.

Nos quedan por examinar la viabilidad o no de la unión de la Nueva Granada, Venezuela y Quito en la Colombia centralista de 1821, que atizó todos los conflictos regionales, el choque con Antonio Nariño desde 1821 y el gobierno de Santander a partir de 1832. Pero nos bastan estos hechos, descritos someramente, para considerar al General Francisco de Paula de Santander el continuador del pensamiento democrático de la primera generación de revolucionarios independentistas, y la figura que con su magisterio abrió la Revolución del Medio Siglo.

Notas:

[1] El Renacimiento, el Descubrimiento de América, la generalización del esclavismo, el mercantilismo como política de los Estados, la acumulación originaria de capital, la Reforma Protestante y la construcción del sistema colonial (siglos XV y XVI); la Revolución en Holanda, la Gran Revolución inglesa y el empirismo, el racionalismo y el método científico (siglo XVII); la Revolución Industrial y la filosofía política inglesa, la fisiocracia y el liberalismo económico, la Ilustración Francesa, la Revolución de Independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa (Siglo XVIII).

[2] Es claro que no nos referimos a los soldados de base, reclutados a la fuerza por los españoles y en su mayoría voluntarios en los ejércitos americanos, ni tampoco a la Legión Británica, ejército mercenario, aunque un buen número de sus integrantes compartían el ideario revolucionario.

[3] No hubo una dirección unívoca del proceso revolucionario. Para unos, la minoría, la independencia significaba separación política de España y reformas económicas, políticas, sociales y culturales. Es decir, la Independencia le abría campo a revolución. Para otros, un número considerable de terratenientes, mineros, esclavistas y curas, la revolución implicaba solo la liberación de España y nada más, todas las estructuras deberían permanecer incólumes. La gracia de Bolívar despues de 1816 fue haber logrado la unidad de todos. Pero el conflicto de clases y de intereses económicos comenzó a anunciarse, cada vez con mayor intensidad desde 1821.

[4] En la mayor parte de las constituciones se era ciudadano “activo”, y por lo tanto podía elegir y ser elegido para cargos públicos de elección popular, si se era varón, mayor de edad, blanco, con una renta que le diera autonomía y si se era alfabeto. Las mujeres y otros sectores sociales libres fueron considerados ciudadanos pasivos.  Esta situación fue propia de todas las constituciones liberales durante casi todo el siglo XIX. Ver artículos 4 y 15 de la Constitución de Cúcuta de 1821.

[5] Quesada V. Gustavo A. (2010). A propósito del Bicentenario. En Libre comercio y multinacionales: Un paso atrás en el Bicentenario de la Independencia. pp. 18-22. Bogotá: Cedetrabajo.

[6] http://constitucionweb.blogspot.com/2010/04/proclama-francisco-de-miranda-1801.html

[7] http://babel.banrepcultural.org/cdm/ref/collection/p17054coll6/id/15

[8] Ocampo L. Javier. (1980). El proceso ideológico de la emancipación en Colombia. p.106. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura.

[9] Bolívar, Simón (1979). Obras Completas, T. 1, p. 161. Bogotá: Fica, Tiempo Presente, Ecoe.

[10] Fonnegra, Gabriel ( 2018). La Independencia y la Revolución Democrática. Ponencia presentada al Congreso de Ciencias Sociales, Tunja, octubre 10-12 de 2018. Fotocopias.

[11] Este ideario quedó formulado en los documentos de los precursores Francisco de Miranda, Pedro Fermín de Vargas y Antonio Nariño; en los escritos de Camilo Torres, Ignacio de Herrera, Miguel de Pombo, Frutos Joaquín Gutiérrez y muchos otros; fue contundente con la Expedición Botánica dirigida por José Celestino Mutis y se hizo explícito en la mayoría de las Juntas de Gobierno, las Actas de Independencia y en las primeras constituciones (1811-1815), así como en la “Carta de Jamaica” de Simón Bolívar de 1815, documentos en los que se plasmaron conceptos como los derechos del hombre, la soberanía nacional y popular, la abolición de la esclavitud, la supresión del Tributo de Indios, la parcelación de los resguardos, el republicanismo, la división de poderes, la libre empresa, el libre comercio y la ciudadanía.

[12] Arciniegas, Germán. Bolívar y la revolución. P.188. Bogotá: Pinguin Random House. (2019)

[13] Francisco de Paula Santander. Memorias del general Santander. pp. 320-321. Bogotá, Biblioteca Banco Popular, No 50. 1973.

[14] Rubio R, David. Cundinamarca bastión de la Independencia. En: Santos, Alejandro. (Dir.). Nariño, El Triunfo de las Ideas.  Bogotá: Semana, Gobernación de Cundinamarca, 2013, pp. 62-65.

[15] Garrido M. (2009). Nueva Granada entre el orden colonial y el republicano. En Palacios M. Las independencias americanas: interpretaciones 200 años después. Bogotá: Norma. p. 109

 

[16] El triunvirato a cargo del ejecutivo renunció y nombró a Camilo Torres con facultades dictatoriales. Este a su vez, sin recursos para enfrentar a Morillo, renunció y asumió el poder José Fernández Madrid, quien ordenó al ejército marchar hacia Popayán donde creía poder organizar la resistencia. Santander recién derrotado en Cachirí y bajo las órdenes de Serviez, se negó a cumplir esta orden, que era muerte segura y decidió tomar camino hacia los Llanos. José Fernández Madrid renunció y fue remplazado por Custodio García Rovira y Liborio Mejía. Luego de sortear todas las dificultades, incluido el paso de la Cabuya de Cáqueza, el ejército de Serviez y Santander llegó a Pore en donde se encontraron con militares y ciudadanos venidos de todo el país huyendo de Morillo

[17] Constitución liberal aprobada por el Consejo de Regencia de 1812.

[18] Mantilla R., Luis Carlos. El ideario de las órdenes religiosas en la Independencia de Colombia. González, Fernán. ¿Teología de la liberación en el siglo XIX? El uso de la religión católica en las discusiones en torno a la independencia. Ambos textos en: Credencial Historia. Bicentenario de la Independencia. Bogotá: Credencial, 2010, pp. 171-186.

[19] Por ejemplo, el cura de Socha Juan de Dios Romero persuadió a la población para que vistiera y alimentara a los soldados, ateridos de frío y hambrientos, que acababan de cruzar el Páramo de Pisba. En junio de 1816, el Tribunal de la Inquisición deportó a 95 sacerdotes de Santa Fe y Boyacá comprometidos con la insurgencia.

[20] No podemos dejar desapercibidas las teorías de los jesuitas Francisco Suárez[20], Mariana y Vitoria, sobre el retorno de la soberanía al pueblo, en ausencia del Rey, o el derecho a la rebelión cuando el rey no trabaja por el bien común, que facilitaron el tránsito hacia las ideas emancipatorias del clero, que en últimas fue lo que tuvo significación y lo que debemos valorar.

[21] “(…) las tres corporaciones religiosas (dominicos, franciscanos y agustinos) habían ido nutriendo sus filas con personal criollo desde la primera hora, a tal punto que para la época de la independencia, los superiores provinciales y los priores y los guardianes de los conventos o doctrinas habían nacido en el propio suelo –que es lo que significa criollo – y venían detentando el poder local desde hacía mucho tiempo, siendo ya ínfimo el número de frailes españoles que hacían parte de las provincias, no porque estos lo hubiesen solicitado a la península, sino porque ellos habían nacido aquí”. Mantilla, 2010, p.174

[22] Franciscanos y dominicos, principalmente, durante el siglo XVI se opusieron a la esclavitud de los indígenas, a los repartimientos y a las encomiendas. Ver; Quesada, Gustavo. Filosofía del Descubrimiento y la Conquista. Bogotá: UNAD, 2000.

[23] Por supuesto la mayoría de los obispos y los curas diocesanos se opusieron a la independencia y dos papas la condenaron: Pio VII (30 de enero de 1816) con la encíclica “Etsi Longuisimo” y León XII (30 de agosto de 1825) con la encíclica “Etsi iam diu”. Solamente hasta 1836 con Gregorio XVI el papado reconoció la Independencia.

 

[24] “(…) el Pacificador Morillo pasó por el patíbulo a 39 negros que defendieron a Cartagena; a Tomás Pérez el sinuano que combatió en el Atrato comandando a un pelotón de negros cimarrones; a Miguel Buch y Miguel Montalvo, negros fusilados en Bogotá en 1816 al lado de Caldas. O a los héroes negros que defendieron el Remolino de Murri, o a los negros que llevaron sobre sus hombros el navío Rosa de los Andes, desde Cupica en el Pacífico, hasta el Atrato en el Atlántico” Chaves, 2010, pp. 164-166.

[25] Sabedores los charaleños y socorranos y la guerrilla de Coromoro, previamente indignados por el fusilamiento de Antonia Santos, de que un ejército de 800 hombres al mando del militar Lucas González, gobernador de la provincia de El Socorro, avanzaba hacia Tunja para reforzar a José María Barreiro, quien le pedía auxilio urgentemente, con lo cual el ejército patriota quedaría en desventaja, los frenaron en el Río Pienta a la entrada de Charalá y armados con garrotes, palos y piedras les impidieron avanzar. El resultado fue una verdadera masacre ejecutada por el ejército español. Charalá fue asolada y más de 300 charaleños fueron asesinados. La batalla duro tres días y por lo tanto Lucas González no pudo reforzar a José María Barreiro. Rodríguez Plata, 2010, p. 180.

 

[26] Este texto, es un extracto de un ensayo mucho más amplio que examina a profundidad y en extenso la vida y la obra del general Santander, incluyendo el balance la   Constitución de Cúcuta, el Conflicto con Simón Bolívar de 1826 a 1828, la Convención de Ocaña y en general la crisis de la Revolución de Independencia. El texto se denomina: Bolivar 1826-1830 los años de la crisis.

[27] Ver: Moreno de Ángel, Pilar. Santander. Bogotá: Planeta, 2019. p.24 y Cárdenas Acosta, Pablo. El Movimiento Comunal de 1781 en el Nuevo Reino de Granada (Reivindicaciones Históricas). Tomo II. Bogotá, 1960. p. 376.

[28] El conflicto político entre Santander y Nariño revivirá entre 1821 y 1823, ahora a la inversa: Santander defendía el centralismo de la Constitución de Cúcuta y Nariño el Federalismo, a partir de su constitución denominada: Constitución de los Estados Equinocciales de Colombia. Este debate se cierra con la muerte de Nariño en 1823.

[29] Formado en el liberalismo que destilaban sus profesores y compañeros del Colegio de San Bartolomé y en el ambiente cultural que se vivió entre los intelectuales en la ciudad de Santa Fe de Bogotá en la primera década del siglo XIX, no es extraño que para 1917 como lo afirma Álvaro Lozano Esquivel: “en esta época con Carlos Soublette y Jerez (…) adelanta una intensa actividad dentro de la orden de la masonería, en los propios campos del ejército. Lozano Esquivel, Álvaro. Santander. 1792-1840. Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la república.1988. p.26.

[30] Aunque muchos autores cuestionan la autenticidad de esta Declaración, ella es avalada por estudiosos tan rigurosos como Carlos Restrepo Piedrahita. Restrepo Piedrahita, Carlos. Primeras constituciones colombianas y venezolanas 1811-1830. Bogotá: Universidad Externado de Colombia. 1996.

[31] Ver: Biblioteca de la Presidencia de la República. (1989). Actas del Congreso de Cúcuta, 1821. Prólogo de Carlos Restrepo Piedrahita, III Tomos. Bogotá: Fundación Francisco de Paula Santander.

[32] La Iglesia Católica, sobre todo la jerarquía eclesiástica que se mantuvo al margen de la revolución, una vez que se garantizó la Independencia intenta mantener todo el poder que había ejercido en el período colonial. En más de una ocasión fue necesaria la orden perentoria de Santander para que los curas en sus sermones no defendieran a Fernando VII y por el contrario respaldaran la Independencia.

[33] El 24 de junio de 1816 se hizo remate de los bienes de la Expedición Botánica en Santa Fe de Bogotá: (…) apareció publicado este aviso “De orden del Excelentísimo señor general en jefe, se avisa a los señores oficiales y demás individuos del ejército que mañana se empieza la almoneda de los bienes secuestrados en la casa de la Botánica, para que el que guste concurrir a comprar algunos efectos, que sean preferidos en su precio”. Dice don Florentino Vezga: “Vendidos así libros, instrumentos ópticos, utensilios de pintura y otros enseres de le expedición, dispusieron Morillo y Enrile trasladar a Madrid los herbarios, pinturas, descripciones de la flora y la fauna granadina; y habiéndose dirigido a España Enrile en noviembre de 1816, se llevó todos esos objetos, con algunos mapas y escritos de Caldas, un hermoso grano de platino extraído de las minas Nóvita y una rica custodia perteneciente a las monjas de Santa Clara… No hubo en el remate quien comprara los libros. Pasaban de mil y vinieron a ser la base de la Biblioteca Pública establecida por Santander en 1821.  (…) el material había sido inventariado por José María Carbonell antes de ser fusilado. Arciniegas, Germán. Bolívar y la revolución. Bogotá: Penguin Random House. 2019, p. 210).

[34] Paz Otero, Víctor. Las penumbras del general: Vida y muerte de Francisco de Paula Santander. Bogotá: Villegas Editores, 2009. Pp. 253-262.

[35] No vamos a profundizar en el abecé del materialismo histórico: la burguesía en su fase inicial y hasta el surgimiento de los monopolios, el capital financiero y el imperialismo, fue altamente revolucionaria.

[36] Bushnell, David. El Régimen de Santander en la Gran Colombia. Bogotá: tercer Mundo, Facultad de Sociología, 1966, Cap. IV.

[1] Historiador, Magíster en Filosofía, poeta, ensayista, docente universitario, investigador de Cedetrabajo y asesor de la Unidad Nacional de Artistas (UNA).

 

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