Gustavo Adolfo Quesada Vanegas*, Bogotá, octubre 12 de 2020

En la conmemoración del 12 de octubre de 1492, fecha de la llegada de Cristóbal Colón a la isla de Guanahaní, en las Bahamas, hoy de ubicación imprecisa, a la que él llamó San Salvador, cada cierto tiempo se reinicia la polvareda.

I

Para unos, al descubrir y conquistar América del Sur, España se destaca en el conjunto de las naciones de su época (Inglaterra, Francia, Holanda) por su obra civilizadora al expandir la religión católica por este continente donde los hombres eran víctimas del demonio y cometían los pecados nefandos (sodomía, incesto, antropofagia); al enseñarles a ser sedentarios, al obligarlos a vestirse, a llevar vida de familia monogámica y al trasmitirles el español. En últimas por haber humanizado todo este conjunto de tribus paganas. Como agente principal de esta obra se exalta a la iglesia católica, en particular a los misioneros dominicos, franciscanos, capuchinos, mercedarios (más tarde los jesuitas), que tuvieron la fortaleza moral, de enfrentar a los conquistadores y de presionar a Carlos I de España y V de Alemania, para que produjera  las “Nuevas Leyes[1]”, prohibiera la esclavitud directa de los indígenas y los primeros repartimientos y encomiendas y se diera paso a la encomienda de servicios y a los resguardos[2]. Las personalidades de fray Antonio de Montesinos, fray Bartolomé de las Casas, fray Juan del Valle y de san Luis Beltrán son los paradigmas más ejemplarizantes. Dicen los apologistas, y no les falta razón, que España fue la única nación colonial de su época que sometió a crítica y autocrítica su propia obra colonial[3]. También se pondera la labor educativa del clero al fundar tempranamente las primeras universidades y al hacer las primeras gramáticas y diccionarios de lenguas indígenas, otro sí el cuidadoso trabajo de los artistas e imagineros, pedagogos del catolicismo, que nos dejaron para el disfrute pinturas, retablos y custodias, músicas y una especial arquitectura religiosa, que forman parte de nuestro patrimonio cultural hasta que los gobernantes neoliberales digan otra cosa. Igualmente se aplaude la labor de presidentes y virreyes empeñados en hacer cumplir las ordenanzas reales y proteger a los indígenas. Por si hubiera que agregar algo, habría que decir que el mestizaje fue pronto y que hubo indígenas con el título de “don”, cuando no, sacerdotes y alumnos en las primeras universidades. Incluso frente a la esclavitud se destaca la meritoria tarea de los religiosos para atenuar el sufrimiento de los esclavizados, con el prístino ejemplo de san Pedro Claver. Esta es la “leyenda rosa”.

II

Del lado opuesto, los partidarios de “leyenda negra” señalan el saqueo durante todo el siglo XVI de las riquezas producidas por los indígenas. El oro, la plata y las piedras preciosas, adornos de los hombres y mujeres nativos, de sus templos y de sus tumbas, fueron objeto de rapiña por los conquistadores y para conseguirlos no se detuvieron en exterminar, incendiar, saquear, secuestrar, etc. Tan impactante fue el afán por el oro (…) Que yo encuentre oro, el oro abre las puertas del cielo, dejó anotado Cristóbal Colón en su Diario de a Bordo, que en algunos pueblos indígenas al ver llegar a los españoles les arrojaban oro para que se alimentaran, pues creían que este era su comida. Igualmente insisten en la esclavitud de pueblos libres, el exterminio de comunidades enteras, las prácticas del Requerimiento, documento que se debía leer antes de empeñar cualquier combate, en el que les contaban a los nativos la creación del universo por Dios, les indicaban que el papa Alejandro VI, heredero de Jesucristo, les había entregado estas tierras a los reyes de España para que las evangelizaran y que si acataban al rey y su fe (el catolicismo) serían perdonados y tratados con indulgencia; en caso contrario exterminados.  Los detractores de España, nos recuerdan las posturas del sacerdote español Juan Ginés de Sepúlveda quien insistía que los indios americanos eran más parecidos a monos que a hombres, y las violaciones y asesinato de mujeres indígenas, en fin, todas las atrocidades ciertas que fray Bartolomé de las Casas puso a circular por Europa con la “Breve Historia de la destrucción de las Indias” y que circularon como moneda franca. Los censos de población indican que a finales del siglo XVI no quedaban en la Nueva Granada sino aproximadamente 1.270.000 habitantes indígenas, de una población inicial de aproximadamente 4 millones de personas[4]. Y, por si fuera poco, los conquistadores que venían en su mayoría de ser pecheros (campesinos tributarios) o peones en el lenguaje de hoy o artesanos en España, ya en el siglo XVI en América eran “De Origen Noble” (Don) y arguyendo su idioma, la pureza de su sangre, y el no estar “manchados por el uso de la tierra”, es decir que no trabajaban ni se les podía obligar a hacerlo, se treparon sobre los indígenas como nobles y los sometieron a la servidumbre. En algunas zonas, por ejemplo, el Cauca y Antioquia, el español hijo de los conquistadores se lucró del trabajo de los indígenas y del de los esclavos. Esta “leyenda negra”, fue reforzada, para sus seguidores, por la permanente importación de esclavos para las minas, las plantaciones de caña, la boga de los ríos, la vida doméstica y hasta la prostitución. Desde el siglo XVIII los criollos Ilustrados abonaron la leyenda por sus críticas, por demás justas, a la economía, a la educación y a la vida colonial en general. El libro ya mencionado de Bartolomé de las Casas fue incluso, en la Carta de Jamaica, uno de los argumentos independentistas de Bolívar.

III

Las dos leyendas se pueden sostener y dar argumentos a sus defensores y detractores. Pero vayamos más despacio. Es evidente que en el siglo XVI hubo un conflicto muy fuerte entre los españoles que vinieron a América. Por supuesto, el principal conflicto fue entre las comunidades indígenas y el colonialismo español, que, por la fuerza de la sorpresa, la pólvora, los caballos y los perros, las tácticas de la guerra española y la política, dio como ganador al colonialismo. Pero, a su vez, alrededor del proceso de la Conquista y el coloniaje se enfrentaron conquistadores y órdenes religiosas, el rey y los conquistadores, y el rey y las órdenes religiosas. ¿Cómo se explica este conflicto? Cada uno de los protagonistas españoles tenía sus intereses: 1. A la corona le interesaba ampliar sus dominios, poblar y fundar ciudades en América bajo su autoridad para controlar a la población tanto nativa como española, cobrar el quinto real, originado en el saqueo, el intercambio no equivalente, los resguardos y la minería de aluvión, y recoger los pingües tributos a que se obligó a los indígenas como reconocimiento de su vasallaje. Enfrentada a las guerras de religión contra el luteranismo y a guerras por la hegemonía en Europa y América contra Inglaterra, Francia y Holanda y tratando de frenar el avance del Imperio Otomano hacia el occidente, lo que la corona española requería eran recursos. Y en ese momento la principal fuente de recursos estaba en América. De ahí su primer silencio frente a las atrocidades de los conquistadores: ellos eran sus brazos para recoger el oro, fundar ciudades y dominar los pueblos. 2. A los conquistadores, principales agentes de la acumulación originaria de capital en América, lo que los movía fueron, en un primer momento las riquezas que pudieran acumular para devolverse a España y llevar una vida muelle y adquirir títulos de nobleza. Esta riqueza, por supuesto la tenían los indígenas y su trabajo. Ante la abundancia de nativos, lo que menos les importaba eran su vida y su muerte, y lo que les era más práctico era reducirlos a la esclavitud. Y como la mayoría finalmente permaneció definitivamente en América, este afán de riqueza numeraria se complementó con el afán de tierra, fuerza de trabajo disponible y poder político. La novela Ursúa del colombiano William Ospina describe magistralmente la psicología de los conquistadores, sus sueños, delirios y ambiciones que les llevaron a colonizar y dominar un continente entero en menos de 60 años y a una lucha permanente entre ellos mismos y con la corona española. 3. Para la Iglesia, en particular para los sacerdotes regulares, su interés era otro: se trataba, ahora que la “ecumene” les había llevado hasta los antípodas, de culminar la obra de la evangelización del planeta, más urgente en los días que corrían, cuando las huestes de Lutero, les rapaban de las manos la mayoría de los fieles de Alemania, Suiza, los Países Bajos e Inglaterra. Por supuesto muchos sacerdotes no eran remisos al oro y a la plata: los templos esplendorosos fueron recomendación de la Contrarreforma, ni tampoco a la tierra y al trabajo gratuito. Pero tenían sus imperativos esenciales. La situación era conflictiva: los conquistadores le garantizaban al rey el dominio de las nuevas tierras y de las muchedumbres nativas, pero sus métodos violentos amenazaban con su exterminio, hecho que afectaría profundamente las políticas de la corona. Esta última persuadida por los dominicos y franciscanos decretó la “Nuevas Leyes” de 1542. Pero ante la rebelión de sus brazos, los conquistadores, aplazó su aplicación. Las comunidades de religiosos le garantizaban el dominio de las mentes y el poblamiento, pero en ocasiones, como en los textos de Bartolomé de las Casas, su crítica ponía en riesgo la legitimidad de su poder en América. Por ello, culminado el Debate de Valladolid de 1550, entre Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas, la corona silenció la discusión, se prohibió la edición de libros sobre el tema, y le entregó toda la autoridad religiosa en América a la Iglesia secular, a los obispos que obedecían al rey y al papado y no al superior de la orden religiosa como sucedía entre los curas regulares. En conclusión, los frailes fueron enviados a cumplir las difíciles tareas de las misiones; los conquistadores perdieron el control directo de los indígenas y de ahí en adelante serían los “Beneméritos de la Conquista”; los indígenas fueron transformados de esclavos en siervos al servicio de todos los españoles; y la Iglesia se estructuró alrededor de la Contrarreforma y en íntima colusión con presidentes y virreyes y con el rey.

IV

Hasta ahí las leyendas. El análisis histórico profundo que articula la historia americana del siglo XVI en adelante con la historia mundo, nos debe llevar a comprender la situación de contexto y a entender las dos leyendas, la negra y la rosa, como expresiones sentimentales y no científicas de la historia. La visión científica, la que ve la historia como un continuum contradictorio, en el que cada formación social da paso a otra más compleja nos muestra un panorama diferente.

El Descubrimiento de América fue el acontecimiento más altamente revolucionario de los siglos XV y XVI: incorporó un continente entero al naciente mercado mundial, sacándolo de un aislamiento de siglos, con lo que inauguró, de paso, la historia universal; el  oro, la plata y las piedras preciosas que de América fluyeron hacia España y de allí a Holanda, Inglaterra y Francia, aceleraron el proceso de la acumulación originaria de capital[5] y permitieron la acumulación de  inmensas masas de dinero en estos países, que, posteriormente (siglos XVII y XVIII) se invirtieron en la industria, dando origen al sistema fabril y al capitalismo de cuerpo entero; dio nuevas bases geográficas y astronómicas a la Revolución Científica que venía madurando, la denominada Revolución Copernicana y al nacimiento igualmente durante los siglos XVII y XVIII de las ciencias naturales, con el impacto que produjo en Europa el conocimiento de la flora y la fauna americanas trasmitido por los cronistas de indias y los viajeros. ¿En el siglo XIX no sería América la inspiradora de la teoría de la evolución de Charles Darwin? El conocimiento y estudio de las complejas sociedades americanas, que comenzó a verterse en estas crónicas, dio un impulso sin precedentes a las ciencias sociales. El franciscano fray Bernardino de Sahagún con sus estudios de los aztecas es uno de los fundadores de la moderna etnografía. En definitiva, el Descubrimiento y Conquista de América propiciaron el rápido desarrollo del capitalismo. Por su parte, América dio un salto gigantesco en su desarrollo histórico, transitando de la comunidad primitiva y de las fases inferior y media de la barbarie al feudalismo en América del Sur y a un régimen precapitalista en América del Norte. En la Europa que en el siglo XVI se orientaba rápidamente hacia el capitalismo, el tránsito del comunismo primitivo al feudalismo, tránsito lleno de lucha de clases, guerras, imperios, violencia, crímenes y muerte, fue un proceso de más de 2.500 años. En América fue apenas, en lo que respecta a nuestros indígenas un proceso de un siglo.

V

Sin embargo, el hecho de que hubiera sido España, el país de Europa Occidental más enclavado en la feudalidad[6], la que arribó primero a estos territorios y la que adelantó la inicial Conquista y Colonización, ocasionó, de un lado, que España, alienada por riquezas que no había producido no requiriera como en Inglaterra y Francia el apoyo de su propia burguesía, abandonara su vocación productiva y se estancara en el desarrollo de sus fuerzas productivas, a la vez que se fortalecía la fragmentación en reinos de la península y quedaron indemnes las viejas relaciones de producción, la aristocracia de la tierra (Grandes de España, nobles e hijodalgos) y la poderosa Iglesia Católica.

El papado con las dos bulas Intercoetera (1493) legitimó la soberanía española sobre América. Desde la década de los veinte del siglo XVI, por la gestión de Carlos I hijo de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, se convirtió a la península en el contrafuerte del papado frente a la Reforma Protestante y en el principal bastión de la Contrarreforma religiosa.

Todo esto implicó que América del Sur fuera colonizada no con el espíritu precapitalista que desde comienzos del siglo XVII predominó en la América Anglosajona, sino por el feudalismo tardío español, con un catolicismo ultramontano y contrarreformista impuesto con la cruz y la espada. Esta visión, reiteramos, no implica negar el significado revolucionario del Descubrimiento de América, ni la gigantesca tarea de protección de las comunidades indígenas adelantada por las órdenes religiosas que en el siglo XVI se opusieron a la esclavitud de los habitantes originarios del subcontinente, presionando el tránsito del esclavismo inicialmente impuesto por los conquistadores, al régimen de la servidumbre a través principalmente de las encomiendas de servicios y los resguardos. Irónicamente, aunque al final de su vida se arrepintiese, en su ánimo protector de los indígenas, Bartolomé de las Casas propuso que fueran remplazados por esclavos prevenientes del África. Tampoco, que desconozcamos que el primer impacto de la Conquista y el coloniaje fueron el etnocidio y el genocidio de comunidades complejas que llevaban varios siglos de construcción cultural y socioeconómica y de expansión geográfica, lo que se reflejó en la crisis demográfica que fue visible en América del Sur a finales del siglo XVI[7].

A partir de este momento los indígenas y las comunidades indígenas fueron convertidos en siervos de los españoles y sometidos a los resguardos que a la larga funcionaron como una forma de segregación, de apartheid. Pero los indígenas disminuían y los resguardos debían venderse para mejorar el fisco español. Aunque el liberalismo económico del siglo XIX, después de la Independencia, intentó liquidarlos, esto a la larga no se hizo en gran parte del país y desde Manuel Quintín Lame (1915) nuestros indígenas han levantado las banderas de recuperación de sus resguardos y hasta hoy continúan luchando por sus tierras, su cultura y contra el genocidio y el etnocidio. Por su parte, el otro sector segregado, los esclavos, aunque se rebelaron permanentemente, permanecieron en la esclavitud hasta 1851. Grupos considerables de ellos se refugiaron en lo que hoy es el departamento del Chocó y continúan segregados y en la miseria, aunque varios paros cívicos vienen anunciando que su paciencia tiene un límite.

VI

Así pues, por ver los árboles no vemos el bosque y otras veces por mirar el bosque se nos invisibilizan los árboles. La comprensión general desde la ciencia de la historia nos debe permitir la comprensión general del significado del 12 de octubre de 1492. La investigación histórica fáctica nos debe habilitar para desmenuzar y comprender cada uno de los momentos y los múltiples problemas de ese complejo proceso.

Finalmente: es inocuo tumbar las estatuas de Colón y Belalcazar o de cualquier conquistador. Toda esta estatuaria es de hecho parte de nuestro patrimonio cultural. Lo racional y revolucionario a medida que apoyamos la lucha de todas las comunidades que reivindican sus derechos y que son descendientes de los indígenas y los esclavos que padecieron la obra “civilizadora” de España, en el contexto de la Revolución de Nueva Democracia, es levantar las estatuas de sus dirigentes y capitanes, así como en 1978 en la plaza de Ciénaga para conmemorar los 50 años de la Masacre de las Bananeras levantamos la estatua de un campesino bananero, obra del maestro Rodrigo Arenas Betancourt.

La historia, su investigación y su difusión, y la memoria histórica siempre expresan las luchas de clases y el punto de vista de grupos de hombres concretos. Pero esto no nos puede conducir al relativismo, pues ante todo la historia es una disciplina científica. Y esta disciplina nos enseña, que, pese a las miradas subjetivas y sentimentales, parcializadas y carentes de una visión de contexto más general, no hay espacio ni para la “Leyenda Rosa” ni para la “Leyenda Negra” cuando valoramos el 12 de octubre de 1492 y en general el descubrimiento de América.

Notas:

[1] Conjunto de leyes que prohibían la esclavitud indígena y los repartimientos y que limitaban las encomiendas.

[2] Este proceso lo describo y documento en mi libro: Quesada V. Gustavo A. (2000). Filosofía del Descubrimiento y la Conquista en Colombia. Bogotá: UNAD.

[3] Tres aspectos constituyeron el meollo de la discusión: La legitimidad de España en América, la naturaleza de los indígenas y el modo de evangelizarlos. Para el primer punto la controversia se solucionó con las bulas papales, para el segundo y el tercero, se enfrentaron conquistadores y religiosos y los religiosos entre sí. Para la mayor parte de los curas seculares, los indios no eran hombres sino subhombres que tenían que ser sometidos violentamente, para los dominicos y otras órdenes de religiosos eran seres humanos y no se les podía esclavizar ni privar de su soberanía.

[4] Dane. El Tiempo, 7 de enero de 2018, p. 1.13.

[5] La acumulación originaria de capital es el proceso histórico que permitió la conversión del dinero en capital y la transformación de los productores directos en proletariado. Este proceso implicó la acumulación de inmensas masas de dinero en un polo del mercado, a través del saqueo de las colonias, la esclavitud, el intercambio no equivalente, la venta del cobro de tributos, el monopolio comercial, etc. por una parte, y de otra, la liberación de los esclavos, la abolición de la servidumbre y sobre todo la expropiación de los productores directos campesinos y artesanos para convertirlos en asalariados. Mientras haya tierra para colonizar los campesinos prefieren colonizar que convertirse en asalariados. Ver: Marx, Carlos. (1985).  La llamada Acumulación originaria. El Capital, T. I, Cap. XXIV y XXV. México: FCE.  El Descubrimiento y la Conquista de América de los siglos XV y XVI y la esclavitud formaron parte de este proceso. En un país como Colombia prácticamente despoblado, desde el siglo XIX en adelante los procesos de colonización y la expropiación del campesinado, siempre violenta, repetidos una y otra vez forman parte de este proceso y se han prolongado hasta el siglo XXI.

[6] Para precisar estos conceptos ver: Gustavo Quesada y Gabriel Fonnegra. (2019). Tesis de Historia de Colombia. En Selección de textos para la formación de cuadros, pp. 497-525. Bogotá: Juventud Crítica.

[7] La crisis demográfica tuvo como causas: 1. Las enfermedades portadas por los europeos, como la gripe y la viruela ante las cuales nuestros indígenas no tenían defensas. 2. El trabajo forzoso que implicó muchas veces el cambio del lugar de vivienda de los indígenas mitayos, con los graves efectos sobre la salud, la producción y la familia. 3. La pérdida de la identidad y la seguridad en sus culturas. Los indígenas prefirieron muchas veces el suicidio antes que la esclavitud. 4. Las guerras de exterminio, sobre todo frente a las comunidades que resistieron el coloniaje.

*Licenciado en Historia de Colombia, Magíster en Filosofía, profesor universitario, historiador, ensayista y poeta. Investigador de Cedetrabajo, Asesor de la Unidad Nacional de Artistas.

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