Carlos Naranjo

En sus desvelos por elaborar una teoría política para la emancipación de Colombia, Francisco Mosquera abundó en análisis sobre la situación nacional. Examinó el carácter de las contradicciones existentes entre las clases sociales que conforman nuestra sociedad, así como la intromisión centenaria de Estados Unidos en los asuntos de nuestra patria, las clases sociales que conforman nuestra sociedad y la relación de alianzas y conflictos entre ellas. Sus diagnósticos y conclusiones, que se pueden encontrar en los libros Unidad y combate (1976) y Resistencia civil (1995), han sido guía permanente para militantes y dirigentes del MOIR, que hemos comprendido el crucial acierto de nuestro desaparecido conductor al insistir en que «la mayor urgencia de Colombia es alcanzar la plena independencia y la cabal soberanía» y que para lograrlo se requiere la conformación de un gran frente patriótico «de todas las clases, capas y sectores que padecen los vejámenes y las persecuciones del imperialismo y sus agentes, así los soporten de manera y en grados diferentes».

Mosquera decía que en dicho frente los sectores más combativos y leales serían los obreros y el campesinado y que la menos firme era la burguesía nacional, la clase de los productores agrarios e industriales no monopolistas, porque a pesar de sus contradicciones insalvables con el imperialismo y sus lacayos, suele buscar acuerdos con los gobernantes de turno, tratando de amainar los efectos de la crisis que la golpea aunque no se supriman las causas. «Está dispuesta a dejarse burlar de los ‘de arriba’ y a burlarse de los ‘de abajo’. Cuando la revolución merma el empuje se acentúan sus elucubraciones retardatarias y se entrega dócilmente a los caprichos de los opresores. Sólo impelida por el auge de la marea popular llega a desembarazarse de su atolondramiento y a representar un papel objetivamente progresista».

Para él, una coalición popular que no recoja ni se guíe por las reivindicaciones económicas y políticas esenciales de la nación y de las clases antiimperialistas, es simplemente «la oposición de su majestad» que sólo pide o sugiere cambios que mejoren las políticas que ataca, esperando conseguir algún día participación en el gobierno como premio por no pisarles los callos a los reales detentadores del poder. Insistía en que se debe estar a favor de las libertades públicas y los derechos democráticos para los oprimidos y contra las medidas represivas, pero sin olvidar que las pocas conquistas que las masas populares le arrebaten al enemigo deben servir para avanzar en la organización y la movilización del pueblo, «para encauzar un poderoso movimiento que conduzca a la transformación y no a la restauración, que mire hacia el futuro y no al pretérito, que defienda la nueva democracia de los contingentes antiimperialistas y no la vieja democracia de los intermediarios antinacionales». Y señalaba que «a las gentes del común no les producirá gracia alguna que la organización que dice defenderlas se reduzca a colaborar con sus depredadores en el arte del ‘buen gobierno’». Estudiaba con dedicación la descomposición de los partidos tradicionales y la crisis cada vez más acentuada de sus tesis, su moral, su modelo de sociedad, y se preguntaba: «¿Cómo podemos ser albaceas testamentarios de una época que se despide para siempre de la escena?»

Creía firmemente que la unidad ha de sacarle todo el provecho a las dificultades que surgen de la dominación neocolonial sobre nuestra patria, y que tal situación no se puede minimizar o esconder: «De una inconsecuencia infinita han sido los grupos políticos que dizque para crearle ambiente a la unidad, optan por silenciar la causa básica que la hará posible: el sometimiento del país a los intereses y dictados de Washington».

En todos sus esfuerzos unitarios Mosquera orientó al MOIR hacia la firma de acuerdos con los aliados sobre la base de un programa estratégico, aceptable para las distintas fuerzas populares. «El programa no lo es todo, pero determina la orientación y el carácter de las alianzas y proporciona un arma importante, teórica y política, contra las vacilaciones y la entrega. Su ausencia sólo les conviene a los sectores más indecisos y a los oportunistas», nos repetía. Por ello, en las alianzas políticas los moiristas recabamos un programa que recoja las reivindicaciones económicas y políticas de las clases antiimperialistas y nos oponemos al reformismo que en el fondo no es más que el enmascaramiento de intereses oligárquicos. Señalaba además que en los procesos de unidad era indispensable debatir las diversas posiciones sobre los problemas del país, y que las decisiones debían aprobarse por consenso, único camino para avanzar de verdad en la coordinación de las fuerzas.

Mosquera rechazaba la política de hechos cumplidos, o las violaciones de los compromisos pactados, lo que calificaba como un atentado contra la unidad; defendía la definición de claras normas de funcionamiento, las cuales «tampoco son excluyentes ni tienen por qué incomodar a nadie; deben encaminarse a consolidar el clima de entendimiento, a favorecer la independencia ideológica y organizativa de las colectividades comprometidas y a robustecer la cohesión en la lucha por liberar y transformar a Colombia».

En la hora actual, la difícil situación económica de las mayorías, por efecto del alto costo de la vida, los bajos salarios, el alud de impuestos, las alzas de tarifas, así como el recrudecimiento de la represión, ponen al orden del día la unidad de todos los sectores sociales lesionados por las políticas que impone Estados Unidos y por las disposiciones dictatoriales del gobierno de Uribe Vélez, para sacudirse la opresión económica y política.

Con tal propósito, consecuentes por lo señalado por Mosquera, insistiremos «en la unión alrededor de un programa nacional y democrático» que, de manera nítida y vigorosa sirva de norte a la salvación nacional y en la movilización de las masas populares levantadas en resistencia civil como la vía indispensable para enfrentar la presente acometida imperialista y uribista contra las intereses nacionales y populares.

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