Libardo Gómez Sánchez, Neiva, diciembre 19 de 2016

El niño rompió en llanto al perder el contacto con la mano de su madre y verla alejarse en el articulado al que no pudo montarse por el tumulto que se agolpó en la puerta cuando por fin apareció la ruta que con paciencia se había esperado durante algo más de una hora en la estación centro del Transcaribe en Cartagena frente a la ciudad amurallada, afortunadamente la abuela los acompañaba y se quedó parqueada con el nieto porque de lo contrario la criatura se hubiera perdido en medio de extraños; mientras tanto una multitud de usuarios desesperados reclamaban la devolución del dinero del pasaje al viento porque no había a quien quejarse, las taquillas ya se encontraban cerradas y tan solo un vigilante estaba pendiente de terminar de atrancar las puertas del terminal, al final muchos no tuvimos más opción que salir y buscar otro medio de transporte para terminar nuestra ruta.

Es uno de los miles de episodios que junto a los apretujones, el chalequeo o la tocada indecente a diario sufren los usuarios de los servicios del sistema de Transmilenio que han venido imponiendo en las capitales de Departamento del país y que paulatinamente viene colapsando en diferentes lugares; el de Bogotá ya es absolutamente obsoleto lo que ha originado más de una protesta por parte de la ciudadanía y continuos accidentes con saldo trágico para los afectados; a pesar de esta realidad palpable y de los estudios que muestran los altos costos ambientales y económicos que tiene esta modalidad de transporte el Alcalde Peñalosa y el Ministerio de transporte persisten en promover su implementación y continuidad lo que obliga a preguntarnos qué intereses se mueven tras de tan absurda decisión.

Son conocidos los vínculos del Alcalde de Bogotá con la empresa que fabrica los vehículos empleados en la operación ¿Cuáles serán los del alto gobierno?. Las ciudades que aún no han arrancado con su construcción pero que están en capilla deberían hacer una evaluación seria sobre la conveniencia o no de caminar el mismo derrotero que ha terminado con la insatisfacción de los ciudadanos o si por el contrario se estimulan alternativas diferentes- que existen- y que son menos contaminantes y menos onerosas para los usuarios por la efectividad en convertirse en el medio de transporte de las mayorías y adicionalmente contribuyen al modelamiento urbano al contrario de lo que ha hecho el Transmilleno.

Deja un comentario