Ayer hizo diez años, acompañamos a Francisco Mosquera Sánchez a su morada final. En medio de banderas rojas y estrellas amarillas, devolvimos a la tierra los restos mortales de Pacho, como cariñosamente llamamos al fundador del Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario MOIR, nombre con el que finalmente y por un azar de la historia, terminó conociéndose la corriente política, que alentó, educó y guió, durante más de treinta años, nuestro inolvidable fundador.

Conocí a Pacho, cuando yo no tenía aún la edad legal para participar en política, pero si la necesaria para comprender que el arte que hacía, debía ponerse al servicio de las luchas por la soberanía nacional, la emancipación de la clase obrera y el bienestar del pueblo.

Vivíamos los últimos años de la década de los sesenta y la primera mitad de los setenta. El núcleo inicial del partido de Mosquera estaba en los sindicatos, en las grandes concentraciones obreras y, con su claridad, incursionó en el movimiento estudiantil y cultural, para iluminar la más vigorosa, democrática y antiimperialista lucha, que movimiento estudiantil alguno haya dado en la historia patria.

Y allí aprehendimos su teoría de que, para salvar la nación, era inevitable resolver favorablemente la contradicción entre la necesidad de desarrollar a Colombia de manera independiente y soberana y el control y sumisión a la que la tienen sometida los áulicos y cipayos que la mancillan y entregan al capital financiero norteamericano.

En los grandes debates que se dieron en esos años en la universidad y en los escenarios propios del arte y la cultura, logramos comprender a fondo uno de los postulados básicos del pensamiento de Mosquera: Para emancipar al proletariado y abrir los caminos para el progreso material y cultural de nuestro pueblo, es necesario, inevitable, realizar una revolución de nueva democracia que resuelva las tareas que la vieja democracia burguesa no fue capaz de resolver, y que abra el camino a una patria soberana, independiente, próspera y vinculada a la más avanzada forma de organización de la sociedad: el socialismo. Postulado que hoy tiene más vigencia que nunca, ante la feroz arremetida que el capital monopolista norteamericano desata contra nuestra nación, mediante la apertura económica y los tratados de libre comercio o de anexión que hoy tramita Bush y acoge Uribe.

En esos años aprehendimos también que para llevar a cabo las transformaciones profundas que requiere la sociedad colombiana, es condición indispensable la construcción del más amplio frente de unidad, no sólo de los obreros, campesinos, pequeña burguesía e intelectuales, sino que, para su éxito, se tendrá que contar con la participación de la burguesía nacional, esos empresarios urbanos y rurales no monopolistas que, apabullados también por el capital extranjero, se ven privados de su propio mercado y aherrojados por las decisiones de la burocracia de la gran burguesía pro-imperialista que gobierna al país. Participarán igualmente de esta batalla por la dignidad de nuestra nación, todos los que sientan dolor de patria, es decir, los patriotas y todos aquellos que sean amigos de la democracia, es decir, los demócratas. ¿ Será acaso que hoy este postulado de Pacho no es más válido que siempre?

Pero, para llevar a la práctica estos dos postulados de Mosquera, es necesario que quienes aspiramos a ser continuadores de su causa, sepamos comprender que Colombia es un país plagado de contradicciones de todo tipo, atravesado por múltiples dificultades, con una inmensa diversidad de opiniones y de intereses. Contradicciones, dificultades, opiniones e intereses que debemos estudiar, analizar, mirar en sus diversas relaciones, afectaciones y luchas, para poder, como lo hizo Mosquera y a la luz de su enseñanza, desentrañar los comportamientos tácticos, comprender la correlación de fuerzas nacional e internacional, orientar a los diversos sectores, enraizarnos entre las masas populares y fortalecer al MOIR, partido político capaz de representar a los desposeídos y de unir al noventa y cinco por ciento y más de los colombianos.

Por esos años también, y en medio de una aguda confrontación política e ideológica, Mosquera nos enseñó métodos correctos de lucha, basados en la movilización de los sectores populares. Criticó a quienes aplicaban mecánicamente la experiencia cubana, crítica que hoy conserva toda su validez.

Estas ideas y postulados básicos de Mosquera acompañan nuestro trajinar político, orientan la vida de quienes a temprana edad nos apuntamos a ellos, y la de quienes hoy conforman la corriente que, extendida por todo el territorio nacional, abanderan hombres como Héctor Valencia Henao y Jorge Enrique Robledo Castillo. Pero no nos pertenecen sólo a nosotros, hacen parte del acervo intelectual de nuestra patria y cada vez más hombres y mujeres de Colombia los hacen suyos.

Mosquera no sólo elaboró una teoría para la etapa que atraviesa nuestra nación, sino que su pensamiento, es un pensamiento universal. Su principal virtud fue la de educar. Un encuentro, una charla, una reunión con él, eran una cátedra, sabía de las diversas áreas del conocimiento humano, entendía como el que más de economía, filosofía, historia, ciencia, cultura, arte y literatura, agro, industria, salud y educación, vivienda y desarrollo urbano, de la mujer y de los jóvenes, conocía el país y el mundo le cupo en la cabeza. Combinó su conocimiento teórico con una inmensa práctica y siempre estuvo ligado a la gente, preocupado por sus problemas, atento a sus demandas, presto a servirlas y dispuesto a enfrentar con valor y decisión a quienes nos oprimen.

Pero tal vez lo que más impresiona de Pacho, es su capacidad para analizar la realidad y ver, en medio de las cambiantes circunstancias en las que se desarrolla la sociedad, los casi imperceptibles rasgos que marcaban la clave de la línea política y de las decisiones tácticas que teníamos que asumir, si queríamos cumplir con nuestras responsabilidades.

En los días previos a su muerte física, desentrañó, como previendo el futuro, la formulación de que los Estados Unidos pretendían recolonizar América Latina y que no otra cosa era la apertura económica, a la cual debíamos enfrentar con la Resistencia Civil. Cuánta razón hay en sus análisis y cuánta certeza en sus escritos.

Para nuestro trabajo en Caldas y para el conocimiento y estudio de nuestra realidad regional, Mosquera hizo inmensos aportes. Buena parte de la comprensión que hoy tenemos en muchos de los temas regionales se la debemos a él, a su visiòn, a sus análisis.

Hoy realizamos actos en su memoria por toda Colombia, en los años por venir, millones de colombianos reconocerán en él al más importante pensador y dirigente revolucionario de la historia de la nación. Las enseñanzas de Francisco Mosquera Sánchez, anidarán en la memoria colectiva de la Patria, al igual que anida en el bello vientre de la mujer, la vida. Mosquera vivirá por siempre.

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