Durante los diez años transcurridos desde la muerte de Francisco Mosquera, son los abigarrados episodios que acontecen en nuestra sociedad y el rumbo adquirido por los acontecimientos internacionales, los que han revelado sin cesar la profunda dimensión de su pensamiento. La misma que el MOIR en su quehacer político corrobora a diario al guiarse rigurosamente por sus enseñanzas. Son pues los hechos los que le confieren la dignidad de lo verdadero a la obra del camarada Mosquera, por lo que, más allá de los particulares frutos que nos proporciona a los moiristas por estar íntimamente ligada a la naturaleza y desarrollo políticos de nuestro Partido, constituye el mayor tesoro teórico con que pueden contar los trabajadores y el resto del pueblo, así como todas la gentes que conservan su raigambre nacional, en sus tareas y esfuerzos por hacer que Colombia posea soberanía y una nueva democracia que la enrumben por sendas de progreso material y cultural.

El camarada Mosquera inició su formación revolucionaria uniéndose a otros jóvenes de la pequeña burguesía que encauzaban su rebeldía contra el imperialismo y el antidemocrático régimen del Frente Nacional, impuesto por los partidos tradicionales a finales de la década de los cincuentas del siglo pasado. Con ellos supo, junto a las justas y honestas ambiciones de cambio que los movían, las falencias de sus enfoques y los desacertados métodos de lucha que la asimilación mecánica de la triunfal gesta antiyanqui del pueblo cubano había suscitado a lo largo de América Latina. Muy pronto, y contra la corriente en boga, comenzó Mosquera una labor crítica de tales tendencias que aún hoy, ante la persistencia de algunos en practicarlas, conserva su valor. Buscando desarrollarla, comprendió que la fuente para darle la consistencia necesaria se encontraba en el sector social más avanzado de la época moderna: los trabajadores asalariados. Hacia allí se dirigió y entre ellos estableció su residencia política. Les sirvió como abanderado en sus luchas reivindicativas, como laboriosa abeja en sus tareas sindicales y como paciente maestro en infundirles elementos teóricos fundamentales que ignoraban y sin los cuales no pueden dar el salto hacia la política revolucionaria. Asimilados los intereses económicos y políticos de los trabajadores y guiado por el marxismo, Mosquera, a la cabeza de un puñado de revolucionarios que seguían su causa, fundó el MOIR y emprendió la larga, compleja y hazañosa tarea de ponerle un firme punto de partida a la creación de las condiciones para la transformación revolucionaria de Colombia.

Desde la atalaya obrera escudriñó la fase económica de estancamiento de las fuerzas productivas en que se encuentra el país debido a la dominación imperialista y, tomándola como base, analizó las correspondientes instituciones políticas y las ideas de todo tipo que predominan en la sociedad. Esta concepción objetiva de la situación nacional, que establecía adecuadamente la ligazón existente entre la arbitrariedad política y la opresión económica, aspectos ambos que hoy han alcanzado grados extremos, le permitió trazar una línea política que, al proponerse el pleno desarrollo de las fuerzas productivas, tiene al socialismo como meta inevitable. Mas primero, como señaló dedicándole al tema la mayor parte de sus estudios y esfuerzos, debe atravesarse un período durante el cual se conquiste la completa soberanía frente a lo que actualmente toma la forma de recolonización por parte de Estados Unidos y se instaure un régimen de nueva democracia. Instrumento indispensable para alcanzar tal propósito es la más amplia alianza de las clases y sectores cuyos intereses son antagónicos con la dominación norteamericana y la oligarquía financiera que pelecha coadyuvándola: obreros, campesinos, estamentos de pequeños burgueses, burgueses nacionales, es decir, la casi totalidad de los millones de colombianos para quienes la prevalencia de la soberanía y de una democracia a su servicio encarna sus más altos intereses.

Aunque un programa político semejante se había formulado antes en otros países, es innegable que Francisco Mosquera lo descubrió, en las acepciones principales de este verbo, para Colombia. Lo sustentó mediante el análisis y síntesis científicos de cuestiones específicas y complejas como los comportamientos y luchas de las diferentes clases y sus antecedentes desde los mismos orígenes de la nación; las causas concretas del escaso desarrollo de nuestras fuerzas productivas; las características de la dominación imperialista y las diversas etapas y formas que esta ha atravesado; la construcción del frente único y, en particular, por ser motivo de discusión entre algunas organizaciones situadas en la izquierda, el papel que en él deben desempeñar tanto el proletariado como la burguesía nacional; la importancia primordial que debe dársele a la adopción de las apropiadas formas de lucha, siguiendo una pauta democrática y de masas; y la necesidad de conquistar y defender libertades y derechos democráticos como medios útiles principalmente para desplegar la resistencia civil.

Debido a su naturaleza y universalidad, los puntos programáticos elaborados por el camarada Mosquera al calor de nuestras luchas políticas es algo que en esencia no pertenece exclusivamente al MOIR, ni está sólo en las manos de éste darles cabal cumplimiento. Por sus objetivos, su valor revolucionario lo obtendrá a plenitud en la medida en que las masas y las organizaciones y personalidades antiimperialistas y democráticas los hagan suyos y los desarrollen. Convencido de su vigencia histórica, a que este sea el caso dedica el MOIR todo su esfuerzo persuasivo entre ellas.

Pero, por otro lado, no existe aspecto de la obra de Francisco Mosquera que no haya sido fruto de la lucha y que no tenga como fin fundamental la revolución; y no hay cualidad de su condición humana que pueda explicarse desligada de la causa que él abrazó como la apasionada misión de su vida. Por ello hoy, tanto la conducta combativa que se adopte tomándolo como paradigma, como la política de resistencia civil que consecuente con sus escritos se lleve a cabo, es natural que generen mayores y más intensas arremetidas del imperialismo y el gobierno de Álvaro Uribe. Que tal sea la lid política no es sino otra evidencia de que su pensamiento prevalece, lo que llama a exclamar con mayor coraje: ¡Memoria perdurable a Francisco Mosquera!

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