Francisco Valderrama M.;Tribuna Roja Nº 96; julio 23 de 2004

Francisco Mosquera marcó un hito en la historia de la revolución colombiana cuando en 1965 encabezó una revisión autocrítica de los fundamentos básicos que habían orientado la acción revolucionaria de los diferentes partidos y movimientos de la izquierda hasta entonces. No bastaba que las tesis principales 0sobre la línea estratégica y táctica, que debían regir la lucha en las revoluciones nacionales y democráticas en las naciones sometidas a la dominación neocolonial del imperialismo norteamericano, hubieran sido ya planteadas en lo fundamental en las obras de los grandes maestros del marxismo. Se necesitaba que surgiera un dirigente que tuviera la visión política para poder entender la realidad colombiana y el valor para ir contra la corriente, con el fin de darles el contenido nacional necesario para traducirlas en directrices políticas alrededor de la cuales se aglutinaran los sectores más avanzado de la clase obrera y el pueblo colombiano.

Ese fue el papel que cumplió Francisco Mosquera enfrentando con franqueza las tendencias oportunistas predominantes en la época. Defendió la tesis fundamental de la necesidad de un partido de la clase obrera, vinculado firmemente a las masas populares, que las guiara en su vinculación a la lucha política. Un partido que al enfrentar al imperialismo contara con un programa nacional y democrático de la revolución colombiana. Precisamente en un momento en el cual primaba lo contrario: el abandono del trabajo político entre las organizaciones de las masas obreras y populares, el camarada Mosquera criticó a quienes creían «que el tableteo de las ametralladoras sacaría al país de su marasmo secular y depararía como por generación espontánea, cada uno de los elementos imprescindibles para el estallido general». Y agregó: «Con arreglo a tales desvaríos no es la lucha política la escogida para desobstruir la senda del levantamiento insurreccional, sino éste el encargado de promover aquélla. La insurrección no depende de la política. Allí la política depende de la insurrección».

Mosquera planteó que no bastaba con hacer el señalamiento general del imperialismo norteamericano como el enemigo principal de los pueblos de América Latina, sino que había que hacer un análisis de la situación nacional y de las clases sociales, con el fin de determinar con precisión el carácter de la revolución y las fuerzas susceptibles de luchar contra dicho enemigo, congregándose en un frente único. Del estudio cuidadoso de estos factores concluyó que la revolución colombiana tenía que cumplir primero las tareas de una revolución nacional y democrática para liberarse del yugo de la dominación neocolonial de Estados Unidos y que para su realización, el proletariado era el factor dirigente a cuyo alrededor tendría que aglutinar al campesinado, a la pequeña burguesía urbana y rural y a la burguesía nacional. Con lo cual se opuso a quienes con ligereza extrema planteaban que en Colombia existían las condiciones económicas y políticas para emprender ya la revolución socialista.

Para poder adelantar la construcción de ese frente de todas las clases y sectores susceptibles de engrosar las filas revolucionarias, Mosquera planteó que la clase obrera debía tomar decisiones tácticas adecuadas en cada uno de los momentos de la lucha política y que para hacerlo no bastaba tener claros los objetivos estratégicos de la revolución, sino que había que tener en cuenta las mutaciones de la correlación de fuerzas, los flujos y reflujos de la revolución, el estado de ánimo de las masas para vincularse a la lucha, el grado de desarrollo de su conciencia política, la capacidad, cohesión e iniciativa del enemigo y la situación internacional en su conjunto.

En cada uno de los momentos de la lucha por la construcción del MOIR y por abrirle paso en el escenario nacional, Mosquera aplicó con rigor estos criterios tácticos. No dudó en plantear, por ejemplo, la necesidad de participar en la lucha electoral, corrigiendo el falso criterio de que la abstención era una posición que caracterizaba a los revolucionarios. Reconoció sin esguinces que «El MOIR también creyó que la abstención era una de las divergencias con los revisionistas colombianos; grave equivocación que hoy rectifica autocráticamente con la decisión de tomar parte en la lucha electoral». E instruyó al MOIR para que aprovechara las campañas electorales para educar a las masas en la necesidad de organizarse y batallar por culminar las tareas centrales de la revolución de nueva democracia.

Asimismo, cuando a finales de 1972 se planteó la posibilidad de conformar un frente de izquierda para enfrentar con un candidato único la estrategia reaccionaria de prolongar el Frente Nacional, y de unificar en una sola central todas las fuerzas sindicales para combatir la hegemonía de la UTC y CTC, centrales obreras predominantes en aquel entonces, Mosquera le planteó al MOIR la necesidad de participar en esta alianza. Sobre esta nueva política unitaria con viejos contradictores con los cuales veníamos enfrentados en aguda polémica escribió: «La Política de Unidad y Combate representa un cambio en la táctica del MOIR». Y añadió: «Es obvio que con la actitud anterior de frontal enfrentamiento con el Partido Comunista no podríamos adelantar con éste ningún tipo de acuerdos. El partido revolucionario que piense en serio en el Poder y en el cumplimiento de sus programas no puede renunciar a pactar las alianzas y compromisos que la lucha le imponga. El marxismo-leninismo enseña como verdad universal confirmada por la historia que las alianzas transitorias o duraderas efectuadas durante el largo y complejo proceso de una revolución, están determinadas por el curso forzoso y contradictorio de los acontecimientos y dependen en grado sumo del comportamiento de los sectores conscientes y avanzados, de la vanguardia revolucionaria». El MOIR se fortaleció en cada una de estas tareas y comprendió que «el temple de un partido se mide en la audacia y en la capacidad de amoldar su táctica a las situaciones fluctuantes».

Ligando el estudio de la teoría con la práctica política de las masas, Francisco Mosquera formuló enseñanzas invaluables sobre la táctica, cuya aplicación permitirá avanzar en la construcción del frente único antiimperialista que precisa la nación para la conquista plena de su soberanía.

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