Libardo Gómez Sánchez, Neiva, noviembre 28 de 2016

Los datos sobre el pobre crecimiento de la economía colombiana en el último trimestre no resultan ser ninguna sorpresa, son la consecuencia lógica de un acumulado de desaciertos de la política económica que se remontan a más de tres décadas y que se han venido refinando en los dos últimos mandatos presidenciales; la apuesta por soportar el crecimiento de la economía exclusivamente en la explotación minera y petrolera no tiene futuro, es una experiencia ya vivida en otras latitudes, por el contrario también está probado que el desarrollo sostenible solo se garantiza con la fortaleza de una producción agrícola e industrial encadenadas y complementarias; como es costumbre el gobierno autista atribuye el fracaso al paro camionero de mediados de año y pretende ocultar el impacto de la caída de los precios del petróleo desde el segundo semestre del 2014 y de los minerales que exportamos, también le echa la culpa al fenómeno del niño para explicar el pobre desempeño del sector agropecuario aporreado por las importaciones que facilitan los TLC y la ausencia absoluta de apoyo del Estado; se suma al descalabro la desaceleración de la construcción que ya se vislumbra como otra burbuja a reventar y que en parte condujo a la Junta del Banco de la República a elevar las tasas de interés para frenar el incontrolable endeudamiento que ya muestra fisuras en la calidad de la cartera de las entidades financieras

A contra luz de la profunda crisis económica, con titulares sobre el proceso de Paz, el establecimiento pretende mantener ensimismados a los electores para el 2018 en una disputa que presume solo existen dos bandos: los amigos y los enemigos del proceso y así esperan despistar a los votantes de opciones diferentes a las de siempre, sin embargo la crisis que no solo toca a los de a pie sino que también afecta a todo el empresariado nacional obligará a reflexionar sobre el país que queremos, los momentos de enormes complicaciones deben forzarnos a soñar grandes logros, los notables avances de las economías desarrolladas no pueden ser un privilegio exclusivo de unos pocos, tenemos los recursos materiales y humanos suficientes para aspirar a una sociedad de bienestar, pero para que sea posible tenemos que romper las ataduras con la dirigencia que viene alternándose el poder hace décadas y que cada cuatro años viene tallando en piedra mentiras tras mentiras con las que embaucan a los confiados sufragantes.

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