Juan Pablo Puentes Vargas, opanoticias, noviembre 30 de 2016

Si algo caracterizó la historia política de Colombia fue el bipartidismo. Desde el siglo XIX, liberales y conservadores se disputaron el poder, llegando en muchos casos a sangrientas confrontaciones armadas como la Guerra de los Mil Días. Estos cruentos conflictos se extendieron también en el siglo XX entre el pueblo liberal y conservador. Pero al mismo tiempo que el pueblo se mataba entre sí, las oligarquías de esos partidos convivían y hasta se emparentaban entre ellas. Ya en la segunda mitad del siglo XX estas élites decidieron oficializar su convivencia y la repartición del estado mediante el Frente Nacional, dejando atrás una estela de odio y resentimientos entre el pueblo liberal y conservador.

La historia es importante conocerla para aprender de los errores del pasado y no repetirlos. Esta historia política es particularmente relevante ahora, en momentos en que parecen estar llevándonos a una reedición del bipartidismo, a una división del pueblo, esta vez no entre liberales y conservadores sino entre partidarios del SÍ y del NO al plebiscito (“El país se divide en dos vertientes políticas con miras al 2018”, El Tiempo, 27-11-2016). Curiosamente, las mismas élites que llevan años gobernando en contubernio para aplicar toda una serie de políticas contra el pueblo colombiano (ley 100 de salud, reformas tributarias, TLC, etc), ahora no se ponen de acuerdo frente al fin del conflicto con las FARC. Tanto Santos como Uribe han respaldado o hecho parte directamente de los gobiernos que nos han regido las últimas décadas, y de forma similar la mayoría de líderes políticos que pertenecen a uno u otro bando. No obstante, ahora se los quiere presentar al país como dos grupos totalmente opuestos y las únicas opciones políticas de los colombianos, o apoyas la “paz” y votas por el santismo o apoyas la “guerra” y votas por el uribismo. Esta dicotomía, además de falsa, es la vieja treta para polarizar al país en torno a un solo tema y ocultar o minimizar los demás. Es obvio que así lo tengan que hacer porque si el debate político se extiende a otros temas importantes como la salud o la educación, el país se daría cuenta que sus posiciones son en la práctica muy similares.

A este engaño de las élites políticas se le han sumado sectores supuestamente alternativos, quienes andan pregonando que necesitamos un “gobierno de transición” con el santismo. Como el único requisito es respaldar los acuerdos con las FARC, esto implicaría aceptar las políticas neoliberales contra el pueblo con tal de respaldar el proceso de paz. El país no puede aceptar este engaño para mantenernos divididos y discutiendo por un solo tema mientras que los demás problemas económicos y sociales del país se agravan. En el 2018 no nos pueden volver a engañar con dos falsas opciones que en esencia comparten las mismas políticas, así tengan algunas diferencias frente al proceso de paz. Afortunadamente, los colombianos contaremos con una tercera opción presidencial (Jorge Robledo) que pondrá sobre la mesa los demás problemas apremiantes de los colombianos.

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