Ante las evidentes movidas políticas y burocráticas dirigidas a asegurar la reelección de Santos en 2014 y la aparición de nuevas propuestas partidarias, es necesario persistir en el agrupamiento de los sectores comprometidos con la nación colombiana en torno a la propuesta programática y organizativa del Polo Democrático Alternativo, PDA. Es la actitud coherente con la lucha por recuperar la soberanía nacional y reivindicar para la población la democracia y el bienestar.

Los problemas centrales que aquejan al país e impiden su incorporación a la comunidad de naciones con desarrollo económico autónomo y satisfacción de los derechos básicos de sus ciudadanos, están debidamente presentados en el Ideario de Unidad. También precisa el Ideario los elementos básicos de un entendimiento entre las clases sociales llamadas a alcanzar tales realizaciones, desde el tipo de estructura organizativa que requiere tan magna empresa, hasta los métodos de lucha a los cuales debe recurrir esa gran convergencia nacional. Al acordar el Ideario de Unidad y los Estatutos del Polo, se superaron décadas de frustraciones e intentos fallidos por lograr la unidad. Felizmente, en noviembre de 2006 se concretó el agrupamiento de fuerzas de izquierda democrática de Colombia.

Desde entonces, el PDA ha sido blanco del más feroz y sistemático ataque por parte de las fuerzas afectas al orden establecido. El Polo ha sido macartizado de radical y extremista, de condescender con las guerrillas y de recibir financiación foránea y se ha intentado relacionarlo infamemente con todo lo corrupto. Los ataques hechos con sevicia muestran la descarada pretensión de la derecha de incidir en la opinión pública para moldear una oposición domesticada y plausible que no amenace los intereses de la oligarquía y el imperialismo, y que se preste para maquillar el remedo de democracia sin cambiar en lo más mínimo el statu quo de los poderosos.

En tan corta existencia, el Polo ha sufrido también menoscabos desde dentro. Es el caso de las inconsecuencias cometidas contra el Ideario y los Estatutos por parte de gobernantes y miembros de corporaciones públicas, electos con su aval pero que abandonaron sus postulados para apoyar mandatarios o propuestas contrarios a los intereses que representa el Polo, o para caer en prácticas de corrupción. Estas conductas son inadmisibles y niegan la condición de izquierda de los individuos que caen en ellas.

Pero no son válidos los desalientos. Esas dificultades son frecuentes en un partido joven, en plena construcción, desarrollo y formación. Las deserciones sufridas por el PDA están signadas por las inconsecuencias antes señaladas y, a la postre, cualifican y depuran la organización.

No obstante los trances, el Polo ha echado raíces en la sociedad colombiana. Es sinónimo de lucha, resistencia y esperanza para trabajadores, campesinos, estudiantes, profesionales, académicos, artistas y empresarios nacionales. Es animador de los reclamos democráticos de grupos poblacionales y de las regiones más olvidadas de nuestra geografía. En fin, es actor reconocido de oposición consecuente.

En pleno desplome de la popularidad del alcalde de los progresistas, Gustavo Petro, quien no atina una en la conducción del gobierno de la capital; cuando los hechos y las cifras dejan plenamente al desnudo la naturaleza neoliberal del gobierno de Juan Manuel Santos, empeñado en la ruina de la producción nacional y en el favorecimiento al capital financiero nacional y extranjero, y en medio de un repunte de las luchas de resistencia de los sectores afectados por las políticas de recolonización imperialista y un refrescante alzamiento de distintas voces del empresariado nacional, se vuelve ineludible responder a los cuestionamientos sobre táctica y estrategia que desde dentro y fuera se le formulan al Polo. Resulta imperativo refrendar la vigencia del contenido nacional y democrático del PDA.

En declaraciones y documentos de miembros del Polo que animan la constitución del movimiento Marcha Patriótica y en pronunciamientos de esa organización, se hacen formulaciones como las siguientes: “Marcha Patriótica como movimiento político tiene voluntad de poder y eso hay que dejarlo claro. Queremos devolverles a las mayorías nacionales el poder político en Colombia para construir un país soberano, con justicia social; un país en donde haya una solución política al conflicto social armado que vivimos”. “¿En qué lugar ubica el PDA la lucha por la paz? ¿Es un elemento más? ¿Es una cuestión en una larga lista de puntos de agenda? ¿O es el problema central de la sociedad colombiana?”. “El PCC no oculta su afinidad con la segunda tendencia, pero reafirma la centralidad del tema paz o guerra como dilema crucial vinculado a la necesidad de reformas sociales”. “Por ello, hay que destacar la estrecha ligazón entre lo social y lo político como el sendero para refundar el sentido de lo político”.

Y al proponer la organización política que ha de liderar dichas propuestas, algunos de esos voceros se vienen en descalificaciones y reparos con el accionar del PDA: “Tanto el Polo como los Progresistas de Petro se han convertido en partidos cerrados que no están abiertos a otras opciones. Los del Polo creen que para poder crecer hay que ir al centro izquierda y atraer nuevos sectores para poder convertirse en gobierno a cualquier precio (…) el Polo no puede considerarse como una especie de bloque hegemónico de la izquierda (…) Pero no basta con reconfigurar nuestras relaciones con los procesos sociales y nuestro diálogo con el país (…) Sabemos también que estar en el PDA nos exige una responsabilidad histórica de rectificación y recomposición del proyecto de unidad de las izquierdas y que necesariamente pasa por la búsqueda de escenarios de relacionamiento con los movimientos sociales e incluso con las fuerzas políticas que comparten nuestro Ideario de Unidad”.

Empecemos por precisar que el Polo no desconoce ni censura la conformación de nuevas propuestas políticas. Tampoco niega el relacionamiento y búsqueda de acuerdos con partidos y movimientos, para contribuir a fortalecer, sobre bases programáticas la resistencia contra las tropelías de la Unidad Nacional de Santos y de las potencias imperialistas, principalmente de Estados Unidos. La discusión se suscita es en la participación de miembros del Polo en la constitución e impulso de otro partido, asunto que obliga a examinar las razones política alegadas para asumir tal postura.

No es atinado proponer que se cree un nuevo partido de izquierda sobre la base de descalificar con infundios al Polo y mucho menos invitar a revaluar los asuntos programáticos y organizativos que le dieron viabilidad a su constitución. Se deduce de los distintos documentos y declaraciones que favorecen a la Marcha Patriótica que para alcanzar la mayor convergencia que dicen pretender, el aspecto central del quehacer político debe ser la búsqueda de la paz y la caracterización del conflicto interno como social y armado, asunto que retrotrae la discusión de la unidad de la izquierda en varias décadas. Y hacen reiterativas alusiones a una falsa disyuntiva entre movimientos sociales y lucha política, y se le adjudica al Polo un supuesto divorcio con los movimientos sociales y reivindicativos. En las afirmaciones anteriores se pasa por alto el papel de animadores, organizadores y no pocas veces protagonistas de los militantes polistas en las más sonadas movilizaciones de las masas contra las políticas de Uribe Vélez, Santos y el imperialismo. Lo que no se aborda con franqueza es que lo que proponen es cambiar las definiciones programáticas y el orden de importancia para abordar los problemas centrales del país, pero particularmente rediscutir las formulaciones fundacionales del Polo sobre el conflicto armado, la guerra y la violencia.

Las diferencias sobre esos asuntos se conciliaron unificándonos en torno a la exigencia de una solución política al conflicto armado y a la descalificación de la solución militar, el reconocimiento de la naturaleza política de las guerrillas, la oposición a la lucha armada y las degradaciones en que incurren sus actores y a tener hoy como única la lucha política y electoral, la organización y movilización de las masas y las diversas protestas ciudadanas. El Polo mantiene consecuencia con estas definiciones y eleva el tono al respecto cuando las circunstancias lo aconsejan. Replantear el asunto implicará deshacer lo andado.

A la discusión anterior se agrega el disparate aislacionista y purista de otro sector de la izquierda, que contra el Ideario y contra toda evidencia de la realidad concreta del país, desconoce la existencia de un contingente de empresarios en la industria, el agro, el comercio, la minería, la ingeniería y los servicios de capital nacional, que generan empleo y crean riqueza en la nación y que objetivamente están en contradicción con los monopolios extranjeros. Estos sectores que han sido mermados en estos 20 años de apertura económica serán arrasados por los distintos TLC. Son empresarios nacionales que caben en lo planteado en el punto 3 del Ideario (Democracia económica) y más cuando sus movilizaciones y pronunciamientos están contribuyendo, en concreto y sin retóricas, a engrosar el torrente de protestas por la reversión total de las políticas neoliberales.

Adoptar el punto de vista que la única contradicción es la existente entre los trabajadores y el capitalismo lleva a proponer una revolución socialista y a plantearse un programa distinto al nacional y democrático propuesto por el Polo.

Los temas en discusión no son de poca monta y modificarlos es variar los fundamentos centrales del programa del PDA. Los esfuerzos de la discusión deben orientarse a reafirmar los contenidos programáticos y a fortalecer y extender la organización por todo el país, para así, con un partido cohesionado y en franca oposición al régimen, ir en búsqueda de mayores convergencias con organizaciones y personalidades. Partiendo de la unidad y disciplina de nuestro contingente y sobre la base de coincidencias programáticas, juntemos esfuerzos en el propósito de hacer frente a las nefastas políticas que la Unidad Nacional de Santos y el gobierno de Estados Unidos le imponen a la nación colombiana, estos sí, los problemas medulares del quehacer revolucionario y democrático en nuestra patria.

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