El compañero y amigo que hoy regresamos a la tierra fue un ser especial pues su mente estuvo puesta siempre en los más altos ideales del ser humano: la cultura y la política, la política en el buen sentido de la palabra.

Desde niño se bebía los clásicos de la literatura. Nada escapaba a su insaciable sed de lector: poesía, novelas, ensayos, teatro, cuentos, y ellos le fueron dando la base para hacer bien lo que llegó a ser en su vida: escritor serio y ameno; académico de gran reconocimiento; crítico literario profundo y ágil y periodista al servicio de los trabajadores y de la nación.

De lo mucho que escribió bien vale la pena destacar su magnífico ensayo crítico sobre la obra de Luis Carlos López, el gran tuerto cartagenero, con su “poética de la ironía”, y las crónicas que para nuestro periódico, su periódico Tribuna Roja, escribió por solicitud expresa del dirigente del MOIR, Francisco Mosquera, su amigo y jefe de toda la vida. En ellas, Guillermo Alberto nos contó la situación y las gestas de los que poco o nada tienen y denunció sin tapujos a los causantes de esas penurias, quienes han vivido empotrados en el poder para beneficio de unos pocos nacionales y extranjeros. Nos contó sobre la existencia de “Un ejército de cien mil proletarios” en los cañaduzales del Valle del Cauca; de ”55 años de lucha antiimperialista” de los obreros del petróleo; de que “Los trabajadores del oro sólo poseen su miseria”; y que los ferroviarios fueron “Fogoneros del progreso, fogoneros de la historia, fogoneros de la revolución”. En esas crónicas encontramos al Guillermo Alberto conocedor directo de los problemas, al científico social que los desmenuza y al luchador que trata de transformarlos en fuerza para la emancipación.

Cuando Francisco Mosquera murió, en agosto de 1994, Guillermo Alberto llenó su pluma de dolor pero también de sabiduría para hacerle su mejor homenaje al dirigente fallecido. En su “Semblanza del inolvidable fundador del MOIR”, Guillermo Alberto nos resumió en cuatro páginas de Tribuna Roja lo mejor del pensamiento, las orientaciones y experiencias de Mosquera y “su lúcida visión de la realidad colombiana, sus aciertos tácticos y su fraternal tratamiento hacia todo aquel que dejase asomar así fuese una mínima simpatía por la causa del proletariado”.

Guillermo Alberto acompañó de cerca a Mosquera en su tarea de “formar un grupo de periodistas que cubrieran para las páginas de nuestra prensa la vida, la historia y los combates” de los colombianos, con “un estilo periodístico caracterizado por el rigor que siempre mantuvo Pacho en todos los campos”, como lo escribió el mismo Guillermo en la Semblanza de Mosquera.

Con sus artículos en Tribuna, Guillermo Alberto estuvo también en primera línea difundiendo las posiciones del MOIR, elaboradas inicialmente por Mosquera y desarrolladas posteriormente por Héctor Valencia, en las que se denuncian y se combaten la apertura económica y la política neoliberal que no tienen otro objetivo “que procurar el máximo beneficio para los intereses de las multinacionales yanquis y para sumir a los países sometidos a su órbita neocolonial en una mayor miseria… a la explotación aún mayor de la mano de obra, a la ruina de la industria y la agricultura”.

Después de años de luchas y desvelos, a Guillermo Alberto podemos repetirle hoy la frase de Mosquera con la que cierra su Semblanza: “Te sucedió lo que les acontece a los revolucionarios de verdad, que la vida no les alcanza para culminar cuanto aspiran, no sólo porque cuando logran una meta se proponen una y otra y otra, sino porque la revolución contemporánea será la hazaña de muchas pero muchas generaciones”.

En los últimos años, ya aquejado por varios problemas de salud, Guillermo Alberto se mantuvo atento al desarrollo de las distintas tareas del MOIR: fue colaborador permanente de la revista Deslinde, y de los Jueves de Deslinde, participó en la fundación del Polo Democrático Alternativo, trabajó en sus campañas políticas, apoyó a sus candidatos.

Siempre leal a su única organización, el MOIR, Guillermo Alberto pidió expresamente que al fallecer su ataúd fuera envuelto en su bandera. Con inmenso afecto y orgullo cumplimos su voluntad. A nombre de la militancia, del Comité Ejecutivo Central, de Gustavo Triana, su secretario general, de Jorge Enrique Robledo y Aurelio Suárez, nuestros principales voceros públicos y compañeros de Guillermo Alberto desde los lejanos días de estudio y de lucha en la Universidad de los Andes, lo mismo que de nuestros amigos aquí presentes, les expreso las más sentidas condolencias a doña Consuelo, su señora madre, a Gloria, su abnegada compañera, a sus hijos Catalina y Miguel, a sus hermanos y familiares, y le doy el postrer adiós a Guillermo Alberto.

Guillermo Alberto Arévalo, presente, presente, presente.

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