Lisa Randall, “Universos ocultos”, Acantilado, Barcelona 2011. Bogotá, D.C., 9 de enero de 2016

“Ike no sabía si Atenea le estaba haciendo ver demasiadas películas o si Dieter estaba hablando demasiado de física. Pero cualquiera que fuera la razón, la noche pasada Ike soñó que conocía a un detective cuántico. Tocado con un sombrero fedora y vestido con una gabardina, el detective le dijo en sueños y con una expresión glacial en la cara: «Lo único que sabía de ella era su nombre y que estaba allí, delante de mí. Pero desde el momento en que la vi supe que Electra* me traería problemas. Cuando le pregunté de dónde venía, no quiso decírmelo. La habitación contaba con dos puertas y ella tenía que haber entrado por una de ellas. Pero Electra susurró con voz ronca: “Olvídese, señor, nunca le diré por cuál”».

«Aunque vi que estaba temblando, intenté inmovilizar a aquella mujer. Pero Electra comenzó a ir y venir frenéticamente por la habitación en cuanto procuré aproximarme a ella. Me rogó que no me acercara más. Al ver que estaba alterada, me mantuve aparte. Yo ya conocía la incertidumbre, pero esta vez me dejó deshecho. Parecía que la incertidumbre iba a quedarse merodeando por allí un buen rato».

*El nombre se refiere al electrón, no al personaje de la mitología griega. Tomado de “Universos ocultos” de Lisa Randall, p. 173, Acantilado, Barcelona 2011. Cada uno de los capítulos del libro aquí citado inicia con un cuento cuya trama se relaciona con el tema tratado.

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