José Arlex Arias, La Verdad, Cartagena, noviembre 28 de 2016

Las repetidas salidas en falso del alcalde de Cartagena, Manuel Vicente Duque Vásquez, serían irrelevantes, pasando solo al anecdotario que muchos denominan “Las Manoladas”, sino se reflejaran en lo mal que le va a esta ciudad y, por consecuencia lógica, a sus habitantes. No en balde el burgomaestre va a cumplir el primer año al frente de su Administración y nada que se endereza el rumbo de una ciudad que recibió vuelta un caos de parte de las administraciones anteriores. De hecho, el 22 de octubre pasado, cuando Cifras y Conceptos consultó su favorabilidad, Duque apenas obtuvo 39 puntos en comparación con otros 16 mandatarios, siendo el peor calificado; desde entonces, Duque le pidió la renuncia a sus Secretarios y cuando se pensaba que se generaría una crisis para tratar de recomponer su gobierno, un mes después no ha tomado decisiones; parece que alguien muy poderoso no le permitiera ejercer su autonomía. Uno quisiera que las cosas mejoraran para bien del Mandatario, y por supuesto de la ciudad, pero no se ve por dónde vaya a ocurrir.

La percepción de caos que se siente en Cartagena es un factor común de sus últimas administraciones y se ve reflejada en: la inseguridad, que ha convertido su territorio en una batalla campal con asesinatos, duelos de pandillas, atracos, asaltos y hasta secuestros; el destrozo de la malla vial, con un impresionante caos vehicular, muy a pesar de que se dijo que la implementación de Transcaribe resolvería esta situación; las cíclicas inundaciones, sin que se corrijan sus causas, dejando como consecuencias familias damnificadas que claman soluciones; la carencia de una política de generación de empleo formal, que arroja hasta a los profesionales hacia el rebusque, con el “todo vale” y “sálvese quien pueda” por un metro de espacio público; los problemas en los servicios públicos, con cortes permanentes de luz y agua mientras se pagan entre las tarifas más caras del país; la falta de políticas que resuelvan los graves problemas del sector agropecuario y de los miles de desplazados que han llegado a la ciudad; la marginalidad en que se tienen a los corregimientos y comunas con cientos de barrios pobres, mientras los mayores presupuestos se invierten en las zonas turísticas y donde viven los ricos; entre muchos otros.

El Índice de Progreso Social –IPS–, que evalúa la eficacia con la que el éxito económico se traduce en progreso social, toma en cuenta tres ejes: algunas Necesidades Básicas: nutrición, asistencia médica, agua, saneamiento, vivienda y seguridad personal; Fundamentos de Bienes: acceso a conocimientos básicos, a la información y comunicaciones, salud y bienestar, y sustentabilidad del ecosistema; y las Oportunidades a los Derechos Personales como: la libertad personal y de elección, tolerancia, e inclusión y educación superior. La consolidación de los indicadores oficiales de estos tres ejes arrojó que el año pasado, con 50,7 sobre 100, Cartagena se ubicó en el último lugar de las 16 principales ciudades del país, que tienen un promedio de 64,5 puntos, cuando en 2014 era de 65,3; lo que además indica la disminución general de dicho progreso social. ¡Una evidencia más de los pésimos gobiernos de Cartagena!

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